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Opinión

Ante el derrumbe en las criptomonedas, algunas reflexiones sobre el ecosistema.

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Sus creadores e impulsores se han nutrido desde el punto de vista filosófico de distintas escuelas de pensamiento, primordialmente anarquistas y libertarias, enfrentadas en el modelo de sociedad ideal al que apuntan, pero unidas en el frontal rechazo a cualquier ente centralizado que pueda acceder a sus bienes, identidad, sus gustos o preferencias.

Bajo esta cosmovisión se consolidaron distintas ideas, por un lado la que el Estado es un ente intrínsecamente corrupto e ineficiente que atenta contra las libertades individuales, y que estos atropellos puede cometerlos gracias a la posibilidad que tienen los bancos centrales de emitir moneda sin contar con respaldo alguno. El mismo Estado que financia sus desatinos a través del cobro coercitivo de impuestos y que permite que un número muy pequeño de compañías privadas centralizadas como Facebook (Meta), Apple o Amazon se enriquezcan a través del uso indebido de información privada. Dentro de este círculo maligno de entes centralizados al que apuntan los libertarios están también las instituciones financieras a quienes acusan de apropiarse legalmente del dinero de la gente, malversándolo en operaciones ruinosas. El mejor ejemplo es el de la crisis financiera del 2008, donde muy pocos bancos cayeron mientras que millones de personas perdieron sus ahorros o su empleo.

Frente a este panorama imaginan un mundo ideal sin Estado, sin Bancos Centrales y por ende sin un sistema bancario tal como está conformado en la actualidad.

La poderosa y multifacética tecnología denominada “blockchain” que comenzó a desarrollarse a principios de este siglo les brindó a estos grupos una herramienta conceptualmente perfecta para combatir estos males: surgió el mesías llamado bitcoin, criptomoneda  lanzada en el año 2008 caracterizada por alcanzar una emisión limitada, ser accesible a cualquier individuo que pueda conectarse a internet resida donde resida, anónima, segura, con la capacidad de transferir y recibir la moneda hacia y desde cualquier lugar del planeta. Y por sobre todo fuera del radar del Estado.

Dado lo novedoso y peculiar del concepto llevó unos años que se desarrollara, y que el nuevo ecosistema cripto fuera abrazado por una porción creciente de personas e instituciones. Surgieron nuevas monedas asociadas a la criptografía con características diversas; se potenciaron las finanzas descentralizadas; se crearon todo tipo de plataformas inteligentes con la capacidad de desintermediar no solo a los bancos sino también a otros colectivos profesionales, se comercializaron libremente distintos tipos de productos tales como obras de arte de características diversas, se potenció el mundo virtual con experiencias enriquecedoras, pudiendo llevarse a cabo también proyectos de ayuda social, y de inclusión financiera.

Pero en este cocktail explosivo y caótico se mezclaron la biblia y el calefón. Se crearon en muy poco tiempo cerca de 15.000 monedas virtuales con muy elevadas volatilidades, la capitalización del mercado llegó en ese lapso a miles de miles de millones de dólares. Pero la fiebre del oro atrajo la atención de exactamente el mismo universo de actores que opera en el mundo físico, actividades criminales nacionales y transnacionales, tales tráfico de personas, drogas, armas se vieron facilitadas por esta nueva teconología.

Pero quizás el caballo de troya que penetró en el ecosistema cripto fue la adopción y reproducción de todos los vicios del sistema financiero tradicional que pretendía suplantar. El apalancamiento sin límites, el crecimiento exponencial de los denominados “productos derivados” asociados a los criptoactivos sin ningún tipo de regulación estatal más un poderoso aparato comunicacional remunerado para vender ilusiones, puso al sistema en una posición de debilidad, que, ante el primer viento fuerte de cola que recibió hizo que el castillo de naipes empezara a desmoronarse.

Irónicamente el sistema ideal de criptomonedas pensado para ser inmune a las acciones de los Estados corruptos y a las intervenciones de los bancos centrales empezó a resquebrajarse cuando un ente estatal, el Banco Central de Estados Unidos subió las tasas de interés afectando a todos los mercados financieros. El evidente contagio que se observa en estos meses pone en evidencia el fracaso de las criptomonedas en su objetivo de independizarse del sistema financiero tradicional.

El alivio por la falta de regulaciones logrado en su origen por el ecosistema cripto que potenció el mercado alcista, se transformó en una pesadilla cuando la tendencia se revirtió y se hicieron evidentes errores de cálculo, imprevisiones, falta de transparencia o simple y llanamente fraudes que potenciaron aún más la caída. La desaparición escandalosa de una criptomoneda (supuestamente) estable llamada Terra ocurrida hace unas semanas o la suspensión ocurrida ayer en las actividades de una conocida plataforma cripto llamada Celsius son sólo algunos ejemplos de problemas que seguramente seguirán apareciendo mientras esta tendencia se mantenga.

Nadie puede negar la potencia del avance tecnológico y el infinito abanico de posibilidades que ofrece, ni predecir el futuro de esta industria. Posiblemente esta caída del mundo cripto sirva para separar la paja del trigo, y termine produciéndose una depuración donde sobrevivan sólo aquellos activos digitales que estén estructurados sobre bases más sólidas.

Ante la súbita aparición del fenómeno cripto, la reacción de los estados ha sido idiosincrática. Por citar casos extremos, China prohibió todo tipo de actividad con criptomonedas avanzando firmemente en la implementación de una moneda digital pública, mientras que El Salvador adoptó el bitcoin como moneda de curso legal debido a que las remesas que recibe el país de salvadoreños que residen en el exterior son muy significativas.

Más allá de estas decisiones extremas, y del hecho que cada nación deba analizar con muchísimo cuidado su situación particular, la destrucción de riqueza ocurrida en las últimas semanas, sumada a los fraudes diseminados por el mundo durante los últimos años interpela en forma directa a la responsabilidad de los estados que, en mi opinión, tienen la obligación de proteger a aquellos inversores minoristas que no cuentan con la educación financiera suficiente para entender estos productos complejos.

/Escribe: Carlos Weitz. /Ámbito

Opinión

Jorge Elbaum cuestionó el apoyo de Javier Milei a Israel: “Está involucrándose de forma irresponsable”

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“En vez de ser neutral, está sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, añadió el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio.

El Presidente Javier Milei mostró su completo apoyo hacia Israel tras el ataque sufrido desde irán, sin embargo, hay varias cuestiones a tener en cuenta a la hora de llevar a cabo lo que se refiere a un alineamiento bélico. Es por eso que para desarrollar este tema en profundidad, Canal E se comunicó con el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio, Jorge Elbaum.

“La justicia argentina, específicamente la sala de la Cámara de Casación, no se expidió sobre la causa del atentado, sino sobre la causa del ocultamiento del mismo, en el cual fue llevado a juicio y condenado el juez de instrucción de la causa Galeano”, comentó Jorge Elbaum. “Esa es la causa en la cual 3 jueces de casación se expidieron”, agregó.

No se llevaron a cabo las testimoniales del caso AMIA

Posteriormente, Elbaum planteó: “Uno de ellos sugirió, por fuera de la causa de su tratamiento, referirse a otra causa, específica del atentado, que no ha habido juicio hasta ahora porque no se llevaron a cabo las testimoniales de los 8 acusados”. Luego, manifestó que, “estamos viendo un alineamiento político estratégico muy irresponsable por parte del Gobierno argentino, ya que cualquier vinculación estratégica bélica tiene que ser decidida por el Congreso”.

El Gobierno argentino hace un alineamiento y una sobrevaloración muy irresponsable, llamando al representante diplomático de Israel a presenciar una reunión de gabinete, en el marco de un alineamiento que Argentina históricamente no posee”, sostuvo el entrevistado. “Argentina, tradicionalmente, busca la paz, ha sido un ejemplo de no alineamiento, salvo en la época de Menem”, complementó.

El desconocimiento de Milei sobre lo establecido en la Constitución

Por otro lado, el sociólogo señaló: “El tema no es si Milei toma la decisión como Presidente de hacer una alianza diplomática, el problema es que está participando de una situación de guerra y no estaría mal en el caso de que fuese una decisión tomada por el Congreso”. A su vez, remarcó que, “lamentablemente, el Presidente desconoce la Constitución y se toma atribuciones que tendrán que ser juzgadas”.

El Presidente no puede establecer los alineamientos que está realizando en términos bélicos, apoyando a aquellos países como Israel y Estados Unidos, que son los que votan en contra de Argentina en los foros internacionales relativos a Malvinas”, expresó Elbaum. “En vez de ser neutral, está involucrándose de forma irresponsable, sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, concluyó.

@Perfil.

/Imagen principal: Archivo/

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Opinión

La misión es responsabilidad de todos. 

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

Así lo entendieron y vivieron los primeros cristianos.

En la Biblia, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a quienes abrazaban la fe poniendo todo en común y atendiendo a las necesidades de los más pobres y excluidos. El testimonio de vida acompañaba la predicación, ya que “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos (…) Ninguno padecía necesidad”. (Hechos 4, 32)

Y esta práctica no solo era promovida entre las personas de la misma comunidad, sino también entre las de diversas geografías. De este modo, vemos a San Pablo organizando una colecta entre las iglesias ubicadas en ciudades más prósperas para auxiliar a las más pobres de Jerusalén.

Con el tiempo se ha ido perdiendo esa conciencia, junto al abandono de la intensa actividad misionera y la disponibilidad a la entrega generosa de la vida. Una manera más cómoda e inocua de vivir la fe en algunas regiones del mundo, fue reemplazando a la audacia y la confianza en la Providencia de Dios.

A los obispos, sacerdotes, diáconos y otros agentes pastorales nos cuesta hablar con franqueza de las cuestiones económicas. Nos da cierto pudor o vergüenza, pero tampoco damos cabida a los laicos para que lo hagan.

A esto se suma que más de la mitad de las Parroquias de la Arquidiócesis (me animo a decir que del país) no tienen formado el Consejo de Asuntos Económicos, y las que sí lo han convocado, no siempre logran que funcione de modo adecuado.

La falta de Catequesis sobre el Precepto del sostenimiento del culto hace que se instalen algunos mitos. Entre ellos, los más frecuentes son que los sacerdotes reciben su sueldo del Estado o del Vaticano; que las parroquias no tienen los gastos habituales de las familias en energía eléctrica, gas, internet y otros servicios; que los libros de catequesis son gratuitos; que el combustible que utilizan para recorrer las capillas va de regalo; y otras cosas más en las cuales no abundo en razón de la brevedad.

Una de las actitudes evasivas que a veces he escuchado es “que primero pongan otros”. La avaricia de los ricos no puede ser excusa que justifique la falta de compromiso personal.

Es bueno preguntarnos: ¿cómo es mi vínculo con el dinero?

San Pablo nos dice que debemos cuidarnos de la avaricia para no caer en la idolatría del dinero. Es bueno dejarnos interpelar por las enseñanzas en la Palabra de Dios acerca de lo económico. “Dios bendice al que da con alegría.” “Hay más alegría en dar que en recibir.” “Lo tenían todo en común.” “La avaricia es una idolatría.” “No se puede servir a Dios y al dinero.”

Este fin de semana en todas las iglesias de la Argentina estamos realizando esta campaña de conciencia y compromiso con el sostenimiento de la misión evangelizadora que todos tenemos por ser bautizados. Lo llamamos “Domingo del compartir”.

Como dice el mensaje de la Conferencia Episcopal para este año 2024, “es necesario fortalecer la pastoral económica en nuestras comunidades, impulsar la catequesis sobre el sostenimiento económico de la misión de la Iglesia, buscar una gestión eficiente de nuestros recursos y animar la transparencia y rendición de cuentas”.

Te propongo preguntar qué necesidad concreta hay en tu comunidad. 

Sostengamos entre todos lo que es de todos, compartiendo el compromiso por la misión evangelizadora de la Iglesia. 

Durante la semana que comienza estaremos reunidos en Pilar, Provincia de Buenos Aires, todos los obispos de la Argentina. Acompañanos con tu oración para que en las deliberaciones y decisiones nos dejemos mover por el Espíritu Santo.


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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Las heridas abiertas de Jesús

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

Rezamos en el Salmo 62: “Tengo sed de Ti como tierra reseca, agotada y sin agua”.

Todos tenemos heridas que vamos adquiriendo a lo largo de la vida. Hablo de las del alma, aquellas que se producen por amar y no ser amados. Recuerdo la letra del tango tan expresivo: “de cada amor que tuve tengo heridas/ heridas que no cierran y sangran todavía”. (Julio Sosa, “Tarde”)

En este sentido, me conmueve también el poema de Miguel Hernández que con suma belleza y hondura nos comparte “llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida”.

Acojamos nuestras experiencias.
La herida de la soledad, del abandono.
Herida de la pobreza y el hambre del desamparo.
Heridas de la guerra que mutila, destruye y mata, no sólo los cuerpos; también los sueños, los proyectos…

Heridas en la familia por historias no resueltas, en que el egoísmo, la avaricia por la herencia, la traición, provocan golpes muy hondos y dolorosos.
Heridas en la Iglesia o con la Iglesia. No haber sido recibidos, ni acompañados, ni escuchados. Experiencia de negación de consuelo y aliento. Lo que te cobran en algunos lugares por bautizar un niño.
Heridas en la fe. Le pedí a Dios y no me respondió.
Heridas con los amigos porque juzgan sin escuchar.
La herida de la indiferencia y la no comprensión.

Y seguramente vos podrías sumar unas cuántas heridas más de tu propia vida, y realizar un largo elenco de las llagas que siempre quedaría incompleto. 

Sabernos heridos es algo muy común. Sin embargo, nos cuesta hablar de lo que nos lastima. Solemos conversar acerca de los logros, talvez de algunos fracasos, pero no de las heridas. Pensamos que nos hace vulnerables, débiles ante los demás.

Te comparto una experiencia que he atesorado especialmente en los Santuarios. Allí podemos acercarnos como peregrinos heridos o simplemente como turistas curiosos. Los peregrinos buscan consuelo y, si se puede, respuesta a cuestionamientos existenciales. 

En el Evangelio que proclamamos este fin de semana se presenta Jesús Resucitado ante sus discípulos, pero está ausente el Apóstol Tomás que se negaba a creer en el testimonio de los demás. Les dijo: “Si no veo la marcade los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. (Juan 20, 25) A la semana siguiente Jesús se aparece nuevamente y cumple el deseo de Tomás.

A Jesús lo encontramos vivo en sus llagas, ellas representan distintas formas de sufrimiento y exclusión. Por eso quise iniciar esta reflexión volviendo la mirada a nuestras heridas, para reconocer en ellas al Señor. Lo llamamos Jesús Misericordioso porque Él sabe lo que es sufrir, y se presenta mostrando sus heridas luminosas y su costado abierto por la lanza del soldado.

Miremos nuevamente a Jesús en la cruz. Recordemos sus Palabras.
Aparta de mí este cáliz. 
Uno de ustedes me entregará.
Tengo sed.
Por qué me has abandonado.
Todo se ha cumplido.

Te propongo que hablemos con los amigos más cercanos de las heridas que habitualmente escuchamos, que recibimos, ¿qué actitud tomamos? ¿Damos espacio? ¿Encontramos espacio? ¿Reconozco con humildad que soy indigente? ¿Qué me dice la fe?

Aprendamos, como nos enseña San Pablo, llorar con el que llora y reír con el que ríe. (Rm 12, 15)

Comentando el Evangelio de este domingo, nos dice San Agustín que Jesús “sabía que en el corazón de sus discípulos quedaban heridas, y para sanarlas conservó las cicatrices de su cuerpo”.

Como canta Cristóbal Fones, “al final de la vida llegaremos, con la herida convertida en cicatriz”.

¡Feliz Pascua, nuevamente!


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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