El exponencial crecimiento de los contagios de dengue en todo el país amenaza con convertir al 2023 en el año de mayor cantidad de casos desde 2020. La falta de vacunas pone el foco en la prevención. Del efecto del calentamiento global hasta el impacto en los sectores más postergados: la visión de los especialistas.
El dengue volvió a ocupar el centro de la agenda sanitaria de Argentina. Tras dos años de relativa calma respecto a la enfermedad viral transmitida por el mosquito Aedes aegypti, la vertiginosa alza en la cantidad de casos concentra todas las miradas de las autoridades.
Con 9.388 contagios reportados y siete fallecidos en lo que va del año, el dato que enciende las alarmas obedece a que las cifras del Ministerio de Salud del país latinoamericano marcan un 95% de incremento de casos en una sola semana, casi duplicando a los 4.828 de inicios de marzo.
El fenómeno no se circunscribe exclusivamente sobre Argentina. Un reporte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte que «varios países de la región registraron incrementos en el número de casos de dengue» en el inicio del 2023.
No se registraba tamaña aceleración en el ritmo de esparcimiento de la enfermedad desde hace tres años, cuando la llegada del coronavirus desplazó al dengue como preocupación central. En ese marco, 2020 marcó el récord histórico de contagios en el país austral, con 58.435 casos a lo largo de los 12 meses. En 2023 se registran casi 9.500 contagios tan solo en el primer trimestre.
Surfear la ola
«Los casos crecieron exponencialmente: la cantidad de consultas que recibo diariamente subió muchísimo. En toda la ciudad de Buenos Aires hay casos, pero por ahora no hay un desborde en las guardias de diagnóstico, así como lo hubo durante el coronavirus», señaló a Sputnik el médico Ricardo Teijeiro, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología.
El especialista consideró que estamos ante el momento más álgido de contagios: «el pico máximo empezó hace dos semanas, pero la circulación comunitaria en el país comenzó hace cerca de un mes, por eso tenemos estas cantidades».
El escaso nivel de registro de casos de dengue es un factor determinante a la hora de analizar la curva de evolución de la enfermedad. El médico Hugo Spinelli, director del Instituto de Salud Colectiva, advirtió a Sputnik que hay un «subregistro total de casos, mucho más que con el COVID. La mayoría de los contagios son con muy poca sintomatología y por eso no se diagnostica, el número de casos registrados son la cabeza del iceberg», sostuvo el galeno.
«El número de contagios detectados siempre es dudoso: es probable que haya muchos más casos que los informados», consideró el especialista.
El factor climático
«Sin mosquito no hay dengue», reza una campaña de concientización para prevenir la enfermedad. La frase podría ser completada por su contracara: «sin calor, no hay mosquito«. Es que, históricamente, el pico de casos se registraba entre los meses de enero y febrero, en el verano del hemisferio sur planetario.
El corrimiento de la curva de contagios, que atraviesa su pico llegando a abril, tiene una explicación concreta: el cambio climático. El tórrido verano que vivió Argentina, registrando la ola de calor más extensa de su historia, incide directamente en el desarrollo del Aedes aegypti.
«Siempre en verano tenemos un crecimiento importante de casos. Este año se retrasó bastante por el propio retraso de la temporada: se debe al desarrollo del mosquito por el calor y la humedad», remarcó Teijeiro.
«La evolución depende mucho de las temperaturas, que ahora empezaron a bajar. De todos modos, no va a prolongarse por más de tres o cuatro semanas más», consideró el médico.
Los especialistas coincidieron en que el clima constituye un factor determinante en la situación que atraviesa el país. Según Spinelli, «lo que sucedió este año es que, debido a la deforestación y el cambio climático, se dio la migración del mosquito: al hacerse más cálidos nuestros territorios se favoreció ese pasaje».
«La extensión de esta ola es incierta: depende del clima para el desarrollo del mosquito. Las lluvias que se avecinan son muy favorables para el crecimiento del número de mosquitos, y ahí sí pueden crecer aún más los casos», apuntó el médico.
¿Peligro a la vista?
Previsiblemente, el exponencial incremento en los contagios genera la alerta de las autoridades. Sin embargo, los especialistas se ocupan en aclarar que la situación está absolutamente controlada: «no es una situación para generar alarma aún, pero sí para estar muy atentos», aclaró Spinelli.
El dengue presenta diferentes serotipos, o variedades. El riesgo concreto para la salud pública aparece cuando circula más de uno, ya que los anticuerpos contraídos en un primer contagio podrían resultar ineficaces para aminorar los síntomas de una segunda positivización.
De acuerdo al director del Instituto de Salud Colectiva, «esta no es una enfermedad mortal, siempre y cuando no haya circulación de más de un serotipo. Pero si alguien se contagia con dos cepas puede generar una reacción autoinmune que derive en una hemorragia interna que puede llegar a ser mortal, pero esto no es lo frecuente. La probabilidad es baja».
«Los cuadros simples no dejan secuelas. Pero si se da una hemorragia, dependiendo de donde sea, sí puede dejar secuelas», dijo Teijeiro.
La prevención, lujo de pocos
Naturalmente, el riesgo de contraer dengue aumenta con la exposición al mosquito. Teijeiro explica que «las personas más afectadas son las más expuestas: las que están al aire libre son las que pueden ser picadas por el mosquito. Estar en la calle o en un parque significa estar más expuesto que estar en la casa».
En este marco, quienes cuentan con acceso a herramientas como el repelente tienen más probabilidades de evitar el contagio. Spinelli lo explica sin metáforas: «la gente que vive en situaciones difíciles tiene muchas probabilidades de contagiarse porque el mosquito tiene muchas más probabilidades de reproducirse. Además, los repelentes son casi inaccesibles».
«La clase media tiene muchas más herramientas para prevenir la enfermedad que alguien que vive en una villa de emergencia», apuntó el especialista.
Spinelli señaló directamente la responsabilidad del Estado en las campañas de concientización: «las indicaciones preventivas están hechas para un sector social particular: recomiendan usar repelente, pero este no es accesible para los sectores populares. La población de bajos recursos que vive en situaciones de mal saneamiento ambiental está mucho más expuesta. Las recomendaciones apuntan a un público de clase media para arriba».
«El Estado tiene un rol importante en morigerar el impacto sobre los sectores populares: tendría que trabajar en el saneamiento ambiental, que es la principal forma de combatir al mosquito en las zonas más carenciadas», sostuvo el director del Instituto de Salud Colectiva.
La luz en el horizonte
El cuadro de situación actual podría cambiar radicalmente antes de que finalice el 2023. El desarrollo de una vacuna contra el dengue alimenta la esperanza de los especialistas de cara a los años venideros. Los avances que el laboratorio japonés Takeda está llevando a cabo desde sus instalaciones en Argentina lograron certificar la efectividad de la vacuna contra las cuatro cepas que existen en la actualidad.
Según explica Teijeiro, «el cambio será inmediato: en un futuro muy cercano puede cambiar la situación vinculada con la enfermedad en nuestro país».
@Sputnik
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