Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.
Cuando somos invitados a una fiesta nos vestimos para la ocasión. Incluso hay gente que se va preparando con bastante tiempo. Pienso en quienes son protagonistas cercanos de un casamiento: madrinas, padrinos, hermanos, el entorno de la familia más cercana. Y, por supuesto, la novia y el novio. Peluquería, maquillaje, elegir y probarse la ropa.
Todas esas dedicaciones se implementan para una salida importante.
En la Iglesia estamos viviendo un tiempo de “arreglarnos” para salir. El lema que nos mueve a nivel continental es “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias”. La primera parte de la frase nos hace pensar en la Iglesia que se mira sí misma en el espejo de la Palabra de Dios, a la luz del Espíritu Santo. Pero el desafío es “no maquillar” las arrugas y esconder los defectos, sino realizar un proceso de conversión pastoral que le devuelva la belleza con que Jesús la creó.
La segunda parte del lema nos impulsa a la misión: “…en salida a las periferias”. No se trata de “salir por salir”, sino de “salir para ir” al encuentro de quienes habitan en las periferias geográficas y existenciales.
Para el camino sinodal cada Continente realizó su aporte por medio de encuentros con participación de fieles de diversas vocaciones y países. En la síntesis elaborada en América Latina y el Caribe se plantearon ocho temas principales. Te quiero acercar algunas consideraciones en torno al tema número 5: “La sinodalidad: compromiso socioambiental en un mundo fragmentado”.
Ya el título es muy sugerente. Desde la fe somos llamados a una actitud de compromiso que sacude la apatía y el desinterés. “En un mundo fragmentado” nos evoca la Encíclica Fratelli Tutti y la preocupación permanente en el corazón de Francisco por las guerras, la exclusión de los migrantes y los descartados de la sociedad.
Dos núcleos se plantearon como centrales en este tema: lo político y lo social.
En el primero se señala la creciente polarización ideológica y política. Esto es un gran obstáculo para el diálogo y denota una falta de respeto por quienes piensan distinto. El problema no se soluciona con una “estética política”, como si lo necesario fuera una foto mintiendo una amistad tan inexistente como no deseada. La cuestión es que mientras los dirigentes se pelean y se enfrentan en cruces verbales que descalifican, la ciudadanía pierde confianza y no se siente respetada. Se discute acaloradamente, pero no se buscan soluciones a los problemas concretos.
A su vez, en el Continente se produce un debilitamiento del sistema democrático y una crisis de representatividad. Disminuye la participación en las cuestiones públicas, salvo las que son bien cercanas en razón de la vecindad. Por ejemplo: la seguridad en el barrio, el merendero, las cloacas… Pero no en las cuestiones estructurales de la educación, la salud, la pobreza.
Uno de los riesgos que se ha señalado en el encuentro del Cono Sur es “el distanciamiento de las Iglesias locales de la realidad, de los gritos que vienen de las tierras y de los pueblos, de las diversas realidades de las personas en vulnerabilidad, de las periferias”.
Respecto del núcleo social, uno de los temas englobantes es la violencia. Vivimos en una sociedad enferma de violencia y agresiones. En las familias, los femicidios, los malos tratos, los abusos sexuales; en el barrio, en los robos seguidos de muerte y golpizas crueles.
Las desigualdades sociales son violencia. Mientras unos pocos disfrutan de un bienestar de derroche y despilfarro, son miles los que duermen en la calle y los niños indigentes sometidos a alimentación deficiente. El agotamiento de los bienes comunes de la creación constituye un maltrato a la obra de Dios destinada para toda la humanidad y no para el consumismo prepotente de un pequeño grupo.
En los aportes se presenta la angustia que impone el crimen organizado que se mueve impunemente ante la inoperancia de los poderes del Estado de Derecho. Venta de armas; narcotráfico; trata de personas para la explotación sexual y laboral, y el tráfico de órganos.
Son una vergüenza que clama al cielo y no nos puede dejar indiferentes.
El texto no solo describe calamidades. También plantea propuestas. Te comento tres.
La primera es que la Iglesia, en cada comunidad, sea “refugio para heridos y rotos”, un “hospital de campaña” que recoja los descartados y desechados por la sociedad; capaces de encarnar el amor del Buen Samaritano. Hay varias iniciativas que se desarrollan en esta línea. En San Juan contamos con la comunidad FUEGO y el Hogar de Cristo, así como en otros lugares del país. Es necesario reafirmar en el Continente la opción preferencial por los pobres.
La segunda propuesta es dar lugar a los jóvenes, que son sensibles a los problemas sociales y ambientales. Debemos cuidarnos de no ahogar su creatividad.
La tercera es construir con otros, sin aislarnos como comunidad católica. Es importante promover iniciativas en común por medio del diálogo ecuménico e interreligioso. A su vez, pensar alianzas con Movimientos sociales y populares.
Es tiempo de arreglarnos para salir.
/Imagen principal: Archivo/