Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.
Varias veces le hemos escuchado al Papa Francisco insistir en la necesidad de ser “Iglesia en salida”. De este modo nos alienta a potenciar nuestra vocación misionera, de cercanía con todas las situaciones humanas, especialmente las de mayor dolor y fragilidad. No es salir para pasear sino para ir al encuentro de quienes están en las periferias geográficas y existenciales, con la Buena Noticia de Jesús.
Una de las imágenes que nos ayudan a comprender a la Iglesia en su ser más profundo es la de “Pueblo de Dios», que a semejanza de Israel en el desierto estaba en marcha hacia la Tierra Prometida. Caminaba con un rumbo, en la presencia permanente de Dios.
Es necesario insistir que la Iglesia no es una estructura estática o monolítica. Estamos en marcha. El lema de nuestra Asamblea Arquidiocesana —no está de más recordar— es “Somos un Pueblo que camina, anuncia y sirve”, que expresa no solamente una consigna, sino también un acto de fe en nuestra manera de entendernos y presentarnos ante la sociedad. Por eso durante el mes de junio, en el contexto de la fiesta Patronal de San Juan Bautista, nos hemos reunido con las comunidades parroquiales de cada Decanato, y con los Movimientos y Ámbitos Pastorales.
Seguimos compartiendo la vida en este “caminar juntos», esto significa la palabra Sínodo. El lema que nos propone Francisco es “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”.
Cada frase o palabra tienen una riqueza de la cual apropiarnos. El desafío es discernir juntos, guiados por el Espíritu Santo que habita en cada persona que ha sido bautizada, cualquiera sea su vocación, edad, estudios realizados…
La comunión también es una de nuestras dimensiones constitutivas. No vivimos la fe aisladamente sino congregados en fraternidad. Cada Comunidad cristiana está llamada para alentarse mutuamente en el camino. Jesús nos da el ejemplo lavando los pies a los discípulos.
La participación de todos en lo que es común a todos es algo que forma parte de nuestra identidad cristiana. No hay actores y espectadores; titulares, suplentes y tribuna. Cuando se habla de la Iglesia muchos se imaginan a los obispos, sacerdotes, religiosas. Pero no se acaba allí la Familia de los hijos de Dios.
Por eso todos somos discípulos misioneros en salida, convocados a ser protagonistas de la misión. Me acuerdo cuando era chico, que una manera de presentarnos a la Iglesia
en la catequesis era la Pirámide en cuyo vértice superior se encuentra el Papa, luego los obispos, los sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, y por último los laicos. Francisco nos dice que la Iglesia es una pirámide, pero invertida, en la cual los pastores debemos estar desde abajo al servicio del Pueblo de Dios. Esto implica una apertura de mentalidad o, como se suele
decir, un cambio de paradigma. Nos hace falta asumir decididamente la conversión pastoral para vencer actitudes de clericalismo tan arraigadas en la sociedad.
El camino sinodal convocado por el Papa tendrá dos momentos universales. El primero lo estamos desarrollando con diversas instancias de participación local, continental, y culminará en octubre de este año en Roma a nivel global. El segundo será entre fin de este año y octubre de 2024. Se busca pasar de un evento puntual, a un proceso que no acabe, que nos lleve a opciones estables. Asumir que “la Sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio» (Francisco).
El 4 de julio de 1976 fueron asesinados cinco religiosos palotinos, tres de ellos eran sacerdotes y dos, seminaristas. En esa noche irrumpieron en la casa de la Parroquia San Patricio del barrio de Belgrano en la ciudad de Buenos Aires. Los mataron con 74 balazos. Tiempos violentos en la Argentina en los cuales el terrorismo ejercido desde el Estado se movía con impunidad.
El Cardenal Jorge Bergoglio, en el año 2001, en la misa de los 25 años de la masacre, expresó en la homilía: “El mundo siempre se justifica para no hacerse cargo de lo que no ha reconocido, para no hacerse cargo de que llegó tarde, de que no abrió su corazón a tiempo. Esta parroquia, ungida por la decisión de quienes juntos vivieron, ungida por la sangre de quienes juntos murieron, nos dice algo de esta ciudad, algo que cada uno tiene que recoger
en su corazón y hacerse cargo. Despejar etiquetas y mirar el testimonio”.
Recemos por quienes hoy son perseguidos en el mundo a causa de su fe.
@Monseñor Jorge Eduardo Lozano
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