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El club de las 5 de la mañana: ¿madrugar mucho es el secreto de una vida mejor?

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El club de las 5 de la mañana: ¿madrugar mucho es el secreto de una vida mejor?

Son las cinco y cuarto de la mañana y camino por mi calle sintiéndome la gran cosa. La luz del amanecer baña los edificios. “Gana la mañana y ganarás el día”, dice el gurú de la productividad Tim Ferriss. Tengo en la mira mi recompensa por levantarme tan ridículamente temprano: un café con leche de avena.

Los trenes aún no comenzaron a circular y el silencio hace que se escuchen sonidos que hasta ahora no había registrado, como un misterioso graznido de gaviotas. Nunca las había oído en Camden, la zona del noroeste de Londres donde vivo, a muchos kilómetros de la costa. 

El contador de gas de mis vecinos está emitiendo un extraño zumbido, ¿debería tocar el timbre y avisarles? Probablemente lo mejor sea no hacerlo. Me dirijo a la desértica calle principal. Seis carriles donde ahora los únicos signos de vida son camionetas de reparto de supermercados y algún que otro colectivo.

Quizá lo más desconcertante de levantarse tan temprano es desenmascarar la mentira de que Londres es una ciudad abierta las 24 horas del día. Los comercios de la esquina que yo imaginaba abiertos toda la noche están cerrados tras persianas con pintadas de graffitis. ¿Qué es eso que ven mis ojos? Un ser humano balancéandose de un lado a otro. Claramente regresa a casa después de una gran noche.

Paso por la parada del colectivo que va al aeropuerto, donde tres trabajadores, identificables por sus cordeles y su falta de equipaje, dirigen sus ojos somnolientos hacia el asfalto sin coches. Lo que irradian no es precisamente la exuberancia de un día para triunfar.

Más adelante, por fuera del gimnasio 24 horas, una pareja con licras de color gris a juego miran ensimismados una pantalla de teléfono. Tal vez estén sincronizando sus entrenamientos. Les doy los buenos días, pero entran corriendo como ratones asustados.

Mi humor empieza a decaer. En las ocho cafeterías por las que pasé no hay ningún café que tomar: están todas cerradas. Me dirijo a una zona verde para meditar, pero en el camino me doy cuenta de que un hombre encapuchado se puso a caminar al mismo ritmo que yo. Me asusto y decido regresar a casa. ¿Me estará siguiendo? Miro hacia atrás. No me sigue nadie. La falta de sueño me está desquiciando.

¿Por qué estoy haciendo esto? Porque, en un intento de formar parte del elitista club de las personas que se despiertan a las 5 de la mañana, llevo una semana tratando de madrugar. Ser madrugador es cada vez más popular entre los ricos y famosos. Están todos suscritos al club de las 5. Desde Jennifer López, Jennifer Aniston y las hermanas Kardashian hasta nerds de las tecnológicas como Mark Zuckerberg, de Facebook; Tim Cook, de Apple; y Jack Dorsey, fundador de Twitter. Anna Wintour y Michelle Obama también lo hacen; y Gwyneth Paltrow es miembro desde hace mucho. La actriz comparte en Instagram sus despertares a las 5 de la mañana para un raspado de lengua de 30 minutos y una extracción de aceite ayurvédico (yo tampoco sé lo que es), antes de prepararse para 20 minutos de meditación trascendental seguida por un entrenamiento de baile ideado por la gurú del fitness Tracy Anderson, su amiga personal.

El actual fenómeno cultural del madrugón extremo tuvo su primera explosión en las redes sociales, inspirado por el libro de Robin Sharma ‘El club de las 5 de la mañana’, entre otros títulos fácilmente traducibles a hashtags, como ‘La mañana milagrosa’ o ‘La hora de la energía’. “Dominá tus mañanas, elevá tu vida”, el eslogan de Sharma, gurú en temas de liderazgo, sirvió de inspiración a legiones de engreídos —perdón, de personas muy disciplinadas— para decidirse a compartir sus impresionantes rutinas madrugadoras con el hashtag #5amClub, que en TikTok suma un total de 17,5 millones de publicaciones.

Para una escéptica, en todo esto hay algo de pensamiento mágico: el que sea capaz de hacer una sola cosa, salir de la cama mientras los demás duermen, tendrá tiempo de ponerse en forma, comer sano y alcanzar todos sus objetivos. Aun así, me decidí a intentarlo tras atiborrarme con un tsunami de páginas de Internet en las que se hablaba de cafés con cúrcuma, diarios de gratitud y saludos al sol.

No está en mi naturaleza ser lo que se dice una alondra mañanera, pero la pandemia transformó mi relación con el tiempo, como le ocurrió a muchas otras personas. Sin ningún lugar al que ir por las noches, trasnochar se había vuelto inútil, y poco a poco fui adelantando la hora de despertarme.

Como fotógrafa, levantarse con el amanecer para captar la mejor luz del día también tenía sentido. Durante el confinamiento de enero de 2021 había iniciado un proyecto que consistía en subir a la cima del parque de Primrose Hill, cerca de Camden Town, para fotografiar el amanecer desde allí. En el mirador hay inscritas unas palabras del poeta William Blake. “He conversado con el Sol espiritual; lo vi en Primrose Hill”. Aquella quietud de color violeta pálido, mientras permanecía de pie junto a otros observadores del amanecer, fue lo más cerca que estuve nunca en Londres de vivir una experiencia sagrada.

El hábito de madrugar se me quedó, pero no las caminatas a paso ligero. Me suelo levantar, sin despertador, a las seis y media de la mañana. A esa hora no estoy en mi mejor momento. Me tomo un café instantáneo y me quedo mirando cosas por Internet durante 90 minutos. Después me preparo para el trabajo. ¿Será posible que levantarme a las 5 de la mañana y seguir una rutina estructurada me centre y me vuelva más productiva? Mi compromiso es hacerlo durante una semana.

La víspera de mi primer madrugón me acuesto a las 21:00 con el audiolibro de Sharma y enseguida caigo en un sueño inusualmente profundo. A las 4:50, la alarma de mi teléfono suena a todo meter con la canción Wake Up, de Arcade Fire. Desde arriba se oye un ruido sordo. Por accidente, he reclutado a mi vecino para el club de las 5.

Preparo un café y me desplomo en el sofá. Pero entonces recuerdo que eso no estaba permitido. Debo seguir la fórmula 20/20/20 del libro: de 5:00 a 5:20, algún ejercicio vigoroso; de 5:20 a 5:40, meditar o escribir un diario; y de 5:40 a 6:00, leer o aprender. Aunque dormido ocho horas, me siento fatal.

El gimnasio está descartado y, afortunadamente, también está cerrado. Decido hacer un poco de meditación, lo cual resulta genial, pero cuarenta minutos más tarde estoy casi dormida. Me siento exactamente igual que cuando te levantás temprano para tomar un vuelo, con la diferencia de que esta vez no voy a ninguna parte. Tengo sensación de anticlímax y también un hambre atroz. Por algún motivo, mi apetito se desreguló por completo. Como tostadas, avena, dos tortitas y una barrita de frutos secos. A la hora del almuerzo, tengo náuseas y un frío glacial. El día transcurre en una niebla improductiva.

El segundo día es mucho peor porque por alguna razón dormí fatal. Me levanto tambaleante de la cama y voy dando tumbos hasta la cocina para poner la tetera. En el proceso, vuelco una caja abierta de avena y suelto una sarta de palabrotas al modo de Glasgow. Oigo un portazo encima de mí.

Me dirijo a la esterilla de yoga. Pero la postura del perro boca abajo me deja mareada, así que paro. A continuación paso a mi diario, pero ‘quiero volver a la cama, por favor’ es lo único que se me ocurre escribir. Me meto rápidamente en Duolingo para poder marcar la casilla “aprendizaje”, pero ese búho verde y escabroso no es el compañero ideal para amanecer.

Son las seis de la mañana y tengo todo el día por delante. Apenas tengo fuerzas para levantarme del sofá. Mucho menos para meterme en el metro y llegar hasta la oficina.

Intento terminar algo de trabajo. El día pasa lentamente hasta que en un momento tengo la extraña sensación de que algo hermoso me espera. Qué será, me pregunto. Entonces caigo en la cuenta. En solo cinco horas podré irme a la cama.

El tercer día es igual de triste, sobre todo porque me quedo dormida hasta las ocho de la mañana y luego recuerdo que tengo una reunión en la otra punta de la ciudad. Lo de escribir en el diario de gratitud tendrá que esperar.

¿Por qué es tan difícil? Se lo pregunto a Russell Foster, que en la Universidad de Oxford dirige el Instituto de Neurociencia Circadiana y del Sueño. Pero lo que él quiere saber es de dónde viene mi interés en apuntarme al club de las 5 de la mañana. Decir que Foster es mordaz con los que hicieron un fetiche del madrugón sería quedarse corta. “No hay nada intrínsecamente importante en levantarse a las 5 de la mañana, es sólo el espantoso engreimiento del madrugador”, dice. 

Los empresarios y gurús de la productividad tienen dinero para pagar a gente que les haga todo; imponer este horario a otras personas es punitivo y jactancioso

Russell Foster
Director del Instituto de Neurociencia Circadiana y del Sueño de la Universidad de Oxford

“Benjamin Franklin fue el que empezó todo cuando dijo ‘acostarse temprano, levantarse temprano hace a un hombre sano, rico y sabio’; y así fue desde entonces; viene de una ética protestante del trabajo, trabajar es bueno y si no podés o no querés trabajar, eso es malo por definición; no dormir se considera digno y productivo”.

Muchas investigaciones señalan que levantarse temprano puede hacernos más felices, y hasta que comamos más sano. Pero Foster señala un escollo importante. “Para dormir lo suficiente, mucha gente debería acostarse a las nueve de la noche. Desgraciadamente, la mayoría de nosotros no puede porque tenemos mucho que hacer, ya sea ayudar a los niños con los deberes o lavar la ropa; así que el peligro es que no nos acostamos cuando deberíamos. Otro factor probable es que otras personas sigan haciendo ruido a tu alrededor, ¿cómo vas a dormirte?”.

Según Foster, los defensores más entusiastas de este régimen de sueño son personas que pueden permitirse externalizar la administración de su vida personal. “Estos empresarios y gurús de la productividad tienen dinero para pagar a gente que les haga todo; imponer este horario a otras personas es punitivo y también jactancioso, ‘oh, qué buena persona que soy, ¿por qué no te parecés más a mí?’, cuando la verdad es que la mayoría de nosotros no nos lo podemos permitir”.

En la argumentación de Foster hay varias ideas excelentes, pero yo sigo deseando ser capaz de despertarme más temprano. ¿Me costará menos con el tiempo? La psicoterapeuta del sueño Heather Darwall-Smith no está muy segura. “Cada persona tiene un cronotipo que determina su reloj corporal; todo el mundo sabe que algunas personas son alondras mañaneras y otras, búhos noctámbulos”, dice. “Pero la verdad es que en su mayoría, la gente está en algún punto intermedio. Hay personas que se acuestan a las diez de la noche y se despiertan a las cinco de la mañana, una rutina que encaja con su cronotipo, pero muchos de nosotros no somos así; y no olvidemos que hay mucha gente a la que los turnos de trabajo le imponen estar en pie a las 5 de la mañana”.

En el cuarto día del experimento estoy malhumorada y hecha pedazos. Tuve que cancelar una salida al pub porque, oh sorpresa, una noche de vino no va bien con lo de despertarse al amanecer. También me volví insufrible. “¿Te acostaste tarde?” le pregunto a un colega que bosteza a la avanzada hora de las once de la mañana. Me dan ganas de decirle que llevo despierta SEIS HORAS ENTERAS, pero desisto. La gente podría sentir celos de mi autodisciplina.

El quinto día es el peor. Duermo hasta las 5:43 y desayuno un Magnum con pedazos de caramelo para compensar mi ausencia del pub. En la sexta mañana me va mejor. Tengo una entrega y el tiempo extra me viene bien para avanzar. El séptimo día es el de la infructuosa odisea en busca de un café. Me di cuenta de que salir a la calle me da mucho más ánimo y energía.

Decido hablar con personas, no famosas, que se las arreglaron para que lo del club de las 5 de les funcione. Jenny Wilson es cromoterapeuta y se levanta cada mañana a las 4:55. El resto de su familia duerme mientras ella se da una ducha rápida antes de empezar el día en la habitación de invitados. “La llamo mi hora mágica, porque cuando tengo ese tiempo para mí, el resto del día se desarrolla como por arte de magia”, dice. 

El ritual de Jenny siempre es el mismo: 30 minutos de yoga seguidos por 20 minutos de meditación que termina expresando en voz alta sus intenciones para el día. “Después de eso estoy lista para preparar el desayuno de mis hijos y seguir con mi vida, significa empezar el día con una sensación de logro, de que ya hice cosas increíbles antes de que se haya levantado nadie”.

Tras leer el libro ‘El club de las 5 de la mañana’, la agente de libertad condicional Quynh Nguyen-Dang se impuso una rutina mañanera que sigue desde enero. Todas las mañanas pone su reloj inteligente a vibrar a las 4:30 y otra vez a las 5:00. Se pone la ropa de deporte, se sube al coche y conduce hasta su gimnasio local para una sesión de treinta minutos de cardio. “Es un trayecto precioso, muy tranquilo; la otra mañana me paré a contemplar las nubes rosadas; cuando estoy en el gimnasio, suelo mandar correos electrónicos y actualizar las redes de mi negocio de moda mientras pedaleo en la estática; el día tiene un número de horas limitado y esa es una forma genial de avanzar; es como una sociedad secreta; todas las mañanas veo al mismo grupo de mujeres; después, todas hacemos cola frente al espejo, nos peinamos y nos preparamos para ir a trabajar”.

Pero adoptar un régimen tan estricto también tiene su costo. “A las 9 de la noche me convierto en calabaza”, dice. “Me siento mal cuando tengo que decir que no a ver a gente después del trabajo, pero los fines de semana suelo dormir hasta más tarde”.

El octavo día me levanto sin despertador a las 5:04. La mañana me llama. ¿Salgo de la cama para aprovechar el día? No lo hago.

Decido volver a mi horario habitual, pero ahora con una nueva concentración. La semana no fue una pérdida de tiempo, ni mucho menos. Me ayudó a comprender cuánto tiempo perdía antes, sobre todo por las mañanas. Lo que importa no es a qué hora te levantás, sino cómo utilizás los valiosos minutos de los que disponés.

Traducción de Francisco de Zárate.

DAr

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Estos son los comportamientos que influyen más en el envejecimiento

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Estos son los comportamientos que influyen más en el envejecimiento

En los últimos años se está invirtiendo mucho esfuerzo (y dinero) en investigar terapias para frenar el envejecimiento. Cumplir años, y en algún momento morir, es inevitable. Sin embargo, el envejecimiento no siempre ocurre a la misma velocidad. Dos personas con la misma edad pueden tener edades biológicas muy distintas. 

La edad biológica y la edad cronológica

La edad cronológica es la que revela tu DNI, el tiempo que exististe. La edad biológica es la edad de tus células, medida por su funcionamiento. A veces estas dos cifras coinciden, pero en general, cada persona envejece a un ritmo diferente.

Esto se manifiesta de otro modo: la duración de la salud. Es el tiempo de nuestra vida en el que no se padece ninguna enfermedad relacionada con el envejecimiento. Si vivimos hasta los 80 años, pero padecemos diabetes, osteoporosis o infartos desde los 65, nuestra salud duró 15 años menos que nuestra vida.

Las células de nuestro cuerpo envejecen por distintos motivos, que se identificaron en el estudio del investigador español López-Otín sobre los “sellos distintivos” o marcadores del envejecimiento. Muchos de ellos tienen que ver con los daños al ADN de las células, el “manual de instrucciones” que rige su funcionamiento. Cuando el ADN está dañado, la célula envejece y funciona de forma defectuosa. Esto es algo que se puede ver en la piel envejecida: aunque las células siguen renovándose por completo cada pocas semanas, las nuevas células conservan las arrugas y manchas, que provienen de defectos en su ADN. 

Estas células dañadas también pueden convertirse en células zombie o senescentes, que no mueren, pero ya no se dividen y producen inflamación. Por último, a las células les empiezan a fallar las baterías, es decir, las mitocondrias, unos orgánulos que producen energía para la célula y que se deterioran con el tiempo.

Instrucciones para envejecer más rápido

Si por algún motivo descabellado alguien se empeñada en envejecer lo antes posible, hay varias formas de hacerlo. Ciertos comportamientos, hábitos y condiciones ambientales provocan daños en nuestras células que se acumulan con el tiempo, y contribuyen a que nuestra edad biológica sea incluso mayor que la cronológica. Este es el plan de envejecimiento rápido más efectivo:

Fumar

Contrariamente a lo que muchas personas piensan, el principal problema del tabaco no es la nicotina, sino el humo. El humo de un cigarrillo contiene cientos de sustancias tóxicas que producen estrés oxidativo, los famosos radicales libres que dañan las células y el ADN. Los tóxicos del tabaco también afectan a las mitocondrias y producen inflamación. Estos efectos se produce en todo el cuerpo, pero sobre todo se observan en los pulmones y la piel, porque son los tejidos que se regeneran con mayor rapidez. 

Estrés crónico

El estrés agudo es un mecanismo de supervivencia, un zafarrancho de combate en nuestro cuerpo pensado para escapar de un depredador u otro peligro. Pero la activación crónica de las respuestas al estrés por motivos psicológicos (como un problema en el trabajo) mantiene elevados los niveles de cortisol, que terminan afectando a las mitocondrias. Además, el estrés crónico acorta los telómeros, las terminaciones de las cadenas de ADN que las protegen de daños.

Quemarse al sol

La radiación ultravioleta (UV) del sol produce estrés oxidativo en las células de la piel, es decir, radicales libres y otras “especies reactivas del oxígeno” que son corrosivas y dañan a las células y el ADN. Quemarse al sol aumenta el riesgo de cáncer, pero, además, envejece la piel aceleradamente, haciendo que aparentemos más edad.

Pasar el día en un asiento

El sedentarismo prolongado contribuye de forma directa al envejecimiento prematuro. Pasar muchas horas sentados está asociado a muchos de los marcadores del envejecimiento, entre ellos los daños del ADN, la pérdida de función de las mitocondrias, el de los telómeros y la aparición de células senescentes. El sedentarismo provoca hasta 34 enfermedades crónicas diferentes asociadas con el envejecimiento, entre ellas la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, enfermedades de las articulaciones y los huesos, trastornos del sueño y trastornos psicológicos.

Obesidad

Muy relacionada con lo anterior, la obesidad está asociada con la inflamación crónica de bajo grado y al estrés oxidativo. El exceso de grasa corporal, especialmente la grasa visceral que se acumula alrededor de los órganos internos en lugar de bajo la piel, es por sí solo una causa de inflamación. El exceso de calorías en la dieta también fomenta la formación de radicales libres y los daños al ADN y, por si fuera poco, desactiva algunos de los mecanismos de reparación del ADN dañado.

Sueño alterado

No hay más que mirarse en el espejo después de trasnochar para saber que la mala calidad del sueño produce un envejecimiento acelerado. El sueño profundo es el momento del día en el que nuestro cuerpo repara los tejidos dañados y hace limpieza de las partes que no funcionan. Si no le damos esa oportunidad durante el sueño, los daños en las células se acumulan y el envejecimiento se acelera. La privación de sueño aumenta la producción de radicales libres y acorta los telómeros que protegen el ADN. El mal sueño produce inflamación crónica, que a su vez daña los tejidos y contribuye a enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como .

Comida basura

La comida basura se caracteriza por su alto contenido en azúcares añadidos, harina refinada, aceites de semillas o grasas trans inflamatorias, sal y aditivos artificiales. El consumo en exceso de estos alimentos ultraprocesados aumenta el estrés oxidativo y acelera el envejecimiento de las células. Por un lado, son alimentos muy pobres en antioxidantes, que obtenemos de las frutas y verduras. Por otro, el exceso de calorías y el bajo contenido en proteínas promueven la inflamación crónica al aumentar los niveles de glucosa en sangre y la insulina, lo que afectan negativamente a las mitocondrias. Sin proteínas suficientes, los tejidos no obtienen materiales para repararse, por lo que se acelera el envejecimiento, algo especialmente importante en las personas mayores.

Exposición a contaminantes

Si fumar es una de las causas principales del envejecimiento acelerado, es fácil entender cómo la exposición a contaminantes puede aumentar el estrés oxidativo y la inflamación en el cuerpo, envejeciendo a nuestras células. Los contaminantes del aire como las partículas finas que emiten los tubos de escape y las chimeneas y los metales pesados y productos químicos industriales pueden causar daño celular y acelerar el envejecimiento. A estos contaminantes se suman los microplásticos, fragmentos de plástico microscópicos que están en el agua, el suelo y nuestros alimentos. Los productos tóxicos como los metales pesados se pegan a estos microplásticos y entran así con más facilidad en nuestro organismo. 

Envejecer es un proceso natural inevitable a medida que cumplimos años. Acelerar el envejecimiento es una opción que podemos evitar en muchos casos. 

Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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Paula Varela le respondió al hermano de Guillermo Francella tras las explosivas declaraciones en su contra: «No me parece educado»

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Paula Varela le respondió al hermano de Guillermo Francella tras las explosivas declaraciones en su contra: «No me parece educado»


Paula Varela le respondió a Ricardo Francella, el hermano de Guillermo Francella, tras las explosivas declaraciones en su contra.

El hombre dio una nota para Desayuno Americano (América TV) en medio de los rumores de separación del actor y su mujer, Marynés Breña, y apuntó contra la periodista por dar la información.

Ante esto, Paula Varela le respondió en una nota con Rafa Juli para Intrusos (América TV) y sentenció: «Lo que escuché, insultando… no me parece educado. Pero quiero darle el changüí a que le agarró un momento de calentura, no sé. No tengo trato con él, no lo conozco«.

«A Guillermo sí lo conozco y sé que no es así, y tampoco me llamó para nada ni está enojado. Los protagonistas son él y su mujer, de alguna manera hablé con ellos por interpósitas personas, sabían que lo iba a contar», agregó.

Sobre su relación con el artista, expresó: «Chequeé por dos fuentes contundentes y tengo muy buena relación con él la veces que lo he entrevistado y demás. Tenés una doble presión porque estás contando algo que no está bueno, que tiene que ver con una separación, entonces tomas todos los recaudos necesarios, que es lo que hice».

Qué pasó con el hermano de Guillermo Francella

Ricardo Francella, hermano de Guillermo Francella, salió a hablar con la prensa tras los rumores de separación que lo involucran al actor y a su mujer Marynés Breña. Allí, estalló contra Paula Varela, la periodista que difundió estas versiones. 

En diálogo con Desayuno Americano (América TV), el hombre lanzó un enigmático que luego terminó explicando: «Como dijo Milei y no se equivocó, yo pensé que estaba del tomate y no está del tomate. Analiza lo que te digo y después lo hablamos». 

Más tarde, la notera volvió a buscarlo a su taller y allí mostró su enojo contra los medios de comunicación: «La voy a encontrar a esta mina y, te digo más, ahora voy a hablar con mi hermano porque quiero saber el nombre y apellido de esta mina y mandarla a la conch* de su madre públicamente. Y, por eso te digo, que lo que dijo Milei, que muchos dicen que está alteradito, no tiene nada de alterado el Presidente, no está tan equivocado con respecto a la prensa».

Además, habría desmentido la supuesta crisis entre Guillermo Francella y Marynés Breña: «Mintió, eso es lo peor, Hay mucha calumnia en la prensa»

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Vuelve a aumentar la nafta en noviembre: podría llegar a subir 4%.

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Vuelve a aumentar la nafta en noviembre: podría llegar a subir 4%.

La nafta aumentará alrededor de un 2% a partir de este viernes, luego de lo que había sido la baja de 1% que había percibido el precio de los combustibles en octubre. Sin embargo, si el Gobierno finalmente actualiza los impuestos a los combustibles líquidos (ICL) y al dióxido de carbono (IDC), la suba podría ser hasta del 4%.

La determinación fue tomada YPF y se decidió en base a la devaluación del peso, de alrededor del 2% mensual, y la suba de los biocombustibles que informó el Gobierno.

En octubre, tras la caída del precio del crudo del petróleo, el combustible había sufrido una baja del 1%. Sin embargo, a pesar de esta disminución, la nafta alcanzó una suba anual de 89,51%.

Este nuevo aumento estipulado para noviembre se da en medio de una caída del consumo de combustibles, la cual fue de 11,77% en septiembre en comparación con el año anterior.

@Ámbito

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