Tras la peor cosecha en 50 años —producto de heladas tardías, granizo y una feroz sequía—, tanto el mercado interno como las exportaciones de vino se desplomaron hasta pisos históricos. En medio de una adversa situación económica que retrae el consumo, representantes del sector alertan sobre los desafíos que afrontan.
La renombrada industria vitivinícola argentina —merecedora de numerosos galardones internacionales— se halla inmersa en una tempestad: la drástica caída en la producción como consecuencia del cambio climático se inscribe en una compleja coyuntura económica, que impacta en el consumo popular y la competitividad externa.
Los números son elocuentes. Entre junio del 2022 y el mismo mes del 2023 las ventas de vino cayeron 10,1% en el país, según informó el Instituto Nacional de la Vitivinicultura (INV). En espejo, en los primeros seis meses del año la exportación se desplomó un 31,7% al compararlo con el mismo período del año previo, pasando de 141 millones de litros en 2022 a 96,4 millones en 2023.
«La que vemos hoy es la tormenta perfecta: la mala cosecha, las dificultades económicas y las externas», indica a Sputnik Martín Hinojosa, titular del INV.
«Mientras que una cosecha normal ronda los 22 millones de quintales, este año tuvimos 14 millones, la peor en mucho tiempo. Eso hizo que se elaborara muy poco vino y, obviamente, los productores buscaron defender su valor y eso empujó el precio», señala el funcionario.
Las heladas tardías y las sequías registradas a fines del 2022 en las provincias de Mendoza y San Juan golpearon el corazón de la industria: los distritos concentran el 70% y el 21% de la producción vitivinícola nacional, respectivamente. Comparada con la temporada anterior, la caída supera el 20%.
Sin embargo, los factores climáticos no son los únicos responsables de la situación. La acuciante inflación interanual del 113,5% con la que convive Argentina impacta en el poder adquisitivo de los consumidores, principalmente en el de los pertenecientes a estratos sociales más vulnerables.
En diálogo con Sputnik, el titular de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA), Sergio Villanueva, afirma que «el 30% del vino producido se consume en caja de cartón, y apunta a los sectores populares. Casi el 85% de las botellas que se compran en Argentina valen menos de $2.500 pesos [7 dólares al tipo de cambio oficial; 3,50 al paralelo], por lo que no se dirige a los más pudientes».
La relación es directa. Según el empresario, «el 30% de jugo de uva tiene un gran mercado en Estados Unidos. El 70% de la producción restante va para el vino, y de ese total un 70% apunta al mercado interno. La situación que atraviesa la industria siempre está ligada de lleno al que depende mucho del bolsillo de los argentinos».
«Vemos que los segmentos masivos han dejado de consumir vino o han reducido mucho la compra a raíz de las complicaciones económicas. De todos modos, creemos que es coyuntural: debería revertirse si logramos resolver los problemas», destaca Villanueva.
De Argentina al mundo
El tercio de la producción vitivinícola destinada a la exportación también afronta dificultades. En un contexto en el que la diferencia entre el valor del dólar oficial ($365) y el paralelo ilegal ($735) es de casi un 100%, la competitividad del sector se ve afectada, ya que las divisas generadas son liquidadas a precio formal.
Si bien el Gobierno anunció la exención del impuesto a las exportaciones (retenciones) para el sector, a fin de incentivar la producción, los representantes de la industria remarcan los obstáculos que enfrentan, simultáneamente, por las restricciones para la importación de bienes intermedios, en medio de una profunda carencia de reservas en moneda extranjera en el Banco Central.
«El atraso cambiario y las trabas para importar bienes o para pagar servicios en el exterior han sido importantes. A nivel externo estamos menos competitivos por el tipo de cambio, y sumado a algunos aranceles confluye para complicar la situación del sector», apunta Villanueva.
«En la exportación la caída es multicausal: en un mundo muy competitivo, el atraso cambiario es fuerte. Si bien la quita de retenciones ayuda, el panorama es complicado», dice el representante empresarial.
Para Daniel Rada, director del Observatorio Vitivinícola Argentino, «hoy no hay muchas posibilidades de aumentar precios en dólares por la alta competencia en los mercados internacionales, y eso lleva a que los costos se incrementen por encima de los ingresos«.
«En un año donde las complicaciones climáticas llevaron a un aumento en los costos, la falta de competitividad profundizó una caída que era esperable. Como es un sector que aporta valor agregado, en términos macroeconómicos la viticultura es parte de la solución y no del problema», sostiene el investigador.
La foto y la película
Aún inmersa en una coyuntura adversa, lo cierto es que la industria argentina mantiene su renombre a nivel mundial, centralmente, por su diversidad. «Somos el quinto productor mundial y, al haber tanto peso del consumo interno, hasta las bodegas más pequeñas tienen la oportunidad de innovar e insertarse en el mercado», afirma Hinojosa.
«Como país vitivinícola, Argentina está catalogado como uno de los mejores países en lo que hace a relación precio-calidad, pero sin quedar calificados con la imagen del ‘vino barato’, que puede ser contraproducente», explica el funcionario.
Según Villanueva, «cuando miramos el desarrollo de la industria en las últimas décadas, vemos un mayor reconocimiento en los mercados. Argentina es un país bien considerado cualitativamente: nunca tuvimos equipos técnicos y profesionales de mejor nivel»,
El empresario cita el caso del varietal emblema del país austral: «Desde hace 20 años el malbec se ha potenciado por una fuerte inversión, ganando mercados persistentemente. Es uno de los pocos productos que sale con la marca argentina como identidad. No es un commodity«.
La experiencia del vino no termina en la copa. De la mano del desarrollo del sector emergió una industria que conjuga la calidad de la bebida con la de los paisajes donde esta se produce: el enoturismo. Según Hinojosa, esta esfera «viene creciendo exponencialmente, y sirve de incentivo para las bodegas, en cuanto mejora su rentabilidad».
«Hay un tipo de turismo internacional de sectores de poder adquisitivo alto y medio que vienen a vivir la gastronomía argentina complementada con la tranquilidad de los viñedos», concluye el especialista.
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