Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
La semana pasada preparamos, con un equipo de comunicadores la presentación de un texto por redes sociales. Para que no se nos extendiera la transmisión ni quedaran aspectos importantes afuera, elaboramos un guion “minuto a minuto”. Cada momento tenía su responsable y lo que tenía que decir o el video a proyectar. Todo bien estructurado como para, en lo posible, no salirse del libreto.
Esta simple experiencia me hizo pensar que el ritmo de vida intenso que llevamos nos obliga a mirar el día a día y, a veces, entrar en una repetición rutinaria que nos sofoca.
Es tiempo de mirar más lejos.
Las celebraciones de los próximos domingos nos llevan a caer en la cuenta del sentido de la vida de cada uno y de la existencia humana, unida al rumbo del Universo. Como expresa la carta de San Pedro, “nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia” (2 Pe 3, 13).
Estamos iniciando el tiempo del Adviento que nos hace explicitar esta tensión entre lo que sucederá al final de los tiempos y el acontecimiento del nacimiento de Jesús Niño en el portal de Belén.
Mirando la consumación final de la historia nos disponemos a prepararnos siempre en actitud de espera. En cada misa, después de la consagración rezamos juntos como Pueblo de Dios: “Ven, Señor Jesús”. Una oración que decimos con sencillez, pero que en muchos corazones es un grito desgarrador que brota del desconcierto, la soledad, el abandono.
“Ven, Señor Jesús” a traer la paz a Ucrania y a tantos pueblos que sufren violencia. Ven a iluminar las mentes y abrir los corazones al diálogo. Ven a calmar el deseo de riqueza de quienes fabrican armas.
“Ven, Señor Jesús” a instaurar la justicia entre los pueblos y al interno de cada nación. Ayudanos a compartir con los hambrientos y a generar trabajo para un sustento digno.
“Ven, Señor Jesús” a colmar de alegría el amor de las familias y los amigos. Que todos los hombres y mujeres del mundo cuenten con otros en el camino de la vida.
“Ven, Señor Jesús” a sanar las heridas de la traición, el olvido, el desamparo, la soledad, la depresión, la tristeza.
“Ven, Señor Jesús” a recomponer las vidas destrozadas por las adicciones al alcohol, las drogas, el juego. Como divino alfarero tomá esas historias personales entre tus manos y en nuestras comunidades danos generosidad para “recibir la vida como viene”.
“Ven, Señor Jesús” a la Iglesia, para que podamos caminar juntos en comunión, participación y misión.
Renovanos en la esperanza para que como un ancla estemos firmemente aferrados a tu amor. (cfr. Hb 6, 19)
En muchos Templos y casas de familia se coloca la “corona de adviento”, y cada domingo se enciende una vela más para expresar que la luz va creciendo conforme nos acercamos a la Navidad.
Es un tiempo de preparación y conversión. La Palabra de Dios nos hace aumentar la expectativa del encuentro con el Salvador, y a disponer el corazón. Es un tiempo de crecer en la oración. También es momento de una mayor sobriedad de vida, alejarnos de los gastos superficiales.
Este sábado 26 y domingo 27 de noviembre recibiremos en San Juan la visita de una réplica de la Virgen de Luján. Se trata de una Peregrinación que está recorriendo todo el país, organizada por la Familia Grande del Hogar de Cristo.
Estos misioneros vienen de visitar a nuestra hermana y vecina provincia de La Rioja. Allí, ante la tumba del beato Angelelli, la Familia Grande dio a conocer en la voz del padre Pepe Di Paola la Declaración #NiUnPibeMenosPorLaDroga — Un derecho humano a vivir en un país libre de drogas. Les comparto algunos párrafos:
“Los años de la Argentina en los que a ellos les tocó vivir, fueron oscuros y peligrosos. Nuestro tiempo nos desafía con otros peligros, otros dolores, otras oscuridades: la droga que mata a nuestros pibes y pibas. Movilizados en esta Peregrinación, nuestra marcha es un gesto en defensa de los derechos humanos de nuestros niños y jóvenes a vivir en una Argentina libre de drogas.”
“Todos tenemos derecho a vivir en un país que se comprometa en todas sus dimensiones a trabajar contra el consumo de drogas: los niños, los jóvenes, los más postergados, los más vulnerables. Despertar conciencias a nuestro paso es nuestra misión para que toda la sociedad comprenda que esta misión nos incumbe a todos.”
“Nosotros como Familia Grande amamos a nuestro pueblo, hacemos de las periferias espacios de abrigo, caminamos junto a los pobres, los ancianos y los enfermos, y creemos en que cada ser humano tiene la chispa de Dios en su corazón. Por eso decimos con fuerza que todos los argentinos están llamados a vivir con dignidad en nuestra Patria, libres de la esclavitud de las drogas y recuperamos del mensaje del obispo mártir que aquí descansa la urgencia por hacer valer los derechos humanos de nuestro pueblo argentino en este bendito suelo.”
Que así sea.