Al inaugurar con una misa un proceso que durará dos años e involucrará a todos los bautizados, alentó a “evitar respuestas artificiales y superficiales”.
De la Argentina estuvieron en la ceremonia solemne monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan y Santiago Tognetti, referente del movimiento de los Focolares, ambos delegados de la Conferencia Episcopal.
En lo que se considera la mayor apuesta de esta fase del pontificado y una experiencia totalmente nueva, con una misa solemne el papa Francisco abrió este domingo un nuevo sínodo sobre sinodalidad -término que significa caminar juntos- el mayor proceso de consulta jamás realizado por la Iglesia Católica, en el que participarán no sólo cardenales, obispos y sacerdotes de todo el mundo, sino también y especialmente, todos los bautizados, hombres, mujeres, jóvenes.
El objetivo de este proceso sin precedente, que durará dos años y tendrá diversas fases -diocesana, nacional, continental y universal, al concluir en el Vaticano en octubre de 2023- es darle un sacudón a la Iglesia Católica en este momento de crisis-por el escándalo de abusos, falta de vocaciones y demás fallas-, para que, pastores y ovejas, juntos, en camino, puedan discernir las reformas necesarias para su futuro.
¿Cómo? En una homilía que pronunció en la Basílica de San Pedro ante tres mil personas -todas con barbijo, pero finalmente muchas más que en ocasiones anteriores gracias a la mejor situación sanitaria-, el papa Francisco indicó la receta. Reiteró que el sínodo no es “una convención” o “un congreso político” y habló de tres verbos clave: encontrar, escuchar, discernir. Además, alentó a “evitar respuestas artificiales y superficiales” o “blindarse en certezas”.
“Al comenzar este camino, estamos llamados a ser expertos en el arte del encuentro. No en organizar eventos o en hacer una reflexión teórica de los problemas”, dijo Francisco, en un sermón lleno de pasión y energía en el que llamó a cardenales, obispos, religiosos y delegados de más de 120 países a dejar de lado “relaciones formales”, “máscaras de circunstancia” y “el espíritu clerical y de corte”. “El encuentro nos cambia, nos sugiere nuevos caminos que no pensábamos recorrer, haciéndonos salir de nuestras rutinas desgastadas. Todo cambia cuando somos capaces de encuentros auténticos con Él y entre nosotros. Sin formalismos, sin falsedades, sin maquillajes”, indicó.
Francisco -que antes y después de la celebración saludó con afecto a la monja colombiana Gloria Cecilia Narváez, liberada en Malí luego de su secuestro en febrero de 2017-, al subrayar la importancia de la escucha, llamó a una autocrítica.
“Preguntémonos, con sinceridad en este itinerario sinodal: ¿cómo estamos con la escucha? ¿Cómo va ‘el oído’ de nuestro corazón? ¿Permitimos a las personas que se expresen, que caminen en la fe aun cuando tengan recorridos de vida difíciles, que contribuyan a la vida de la comunidad sin que se les pongan trabas, sin que sean rechazadas o juzgadas?”, preguntó. “Hacer sínodo es un ejercicio lento, quizá fatigoso, para aprender a escucharnos mutuamente -obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, todos, todos los bautizados- evitando respuestas artificiales y superficiales”, siguió. “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante”, explicó. “¡No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos!”, pidió.
Se trata del cuarto sínodo de Francisco, pero muy diferente a los anteriores -sobre familia, jóvenes y la Amazonia-, porque nunca antes se hizo una consulta de la dimensión actual, abierta a todos los bautizados y por ende, una de las mayores de la humanidad.
Como hizo en otras oportunidades, el Papa volvió a recordar, finalmente, que el sínodo no es una “convención” eclesial, una conferencia de estudios, un congreso político o un parlamento, “sino un acontecimiento de gracia, un proceso de sanación guiado por el Espíritu”. “Jesús nos llama en estos días a vaciarnos, a liberarnos de lo que es mundano, y también de nuestras cerrazones y de nuestros modelos pastorales repetitivos; a interrogarnos sobre lo que Dios nos quiere decir en este tiempo y en qué dirección quiere orientarnos”, insistió.
De la Argentina estuvieron en la ceremonia solemne monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan y Santiago Tognetti, referente del movimiento de los Focolares, ambos delegados de la Conferencia Episcopal. Ellos también participaron de la primera jornada que tuvo lugar el sábado en el Aula Nueva del Sínodo, el puntapié inicial del sínodo, cuando en un discurso el Papa, para dejar en claro el sentido de esta gran consulta sin precedente en la Iglesia, citó una frase del reconocido padre benedictino Yves Congar, uno de los grandes teólogos del Concilio Vaticano II (1962-65). “No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta”.
/LaNación