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Opinión

Fotos en blanco y negro.

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Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

Hace unos meses me puse a buscar unos documentos que necesitaba, y de pronto abrí una caja que contenía fotos familiares en blanco y negro. Estaba muy apurado y la cerré enseguida para continuar rastreando lo que precisaba. Pero, en cuanto obtuve los papeles que me urgían, no pude resistir por mucho tiempo el deseo de volver a mirar con placer aquellos retratos de momentos familiares. Me detuve especialmente en la foto de mi bautismo. No había mucha gente; más bien unos pocos. Mi mamá, mi papá, madrina, padrino, cuatro familiares más, y el padre Juan en la Parroquia Santa Lucía del barrio de Barracas en la ciudad de Buenos Aires. Observé los rostros de los retratados. Se podía percibir serena alegría, y reconocer el encuentro ante una vida por delante en ese momento en el cual aún no había cumplido mi primer año.

Nadie podía conocer con certezas cómo se desarrollaría mi vida. Vocación, tiempos, lugares, afectos, cualidades, defectos, fragilidades… Cerré los ojos y quise jugar con la imaginación unos momentos. Enseguida recordé que en el Bautismo de Jesús el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, y una voz del cielo decía “Este es mi Hijo amado en quien me complazco” (Mateo 3, 17).

Esa misma afirmación la sigue haciendo Dios en cada bautismo y la sostiene siempre. Somos hechos hijos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo.

El pasado viernes 6 de enero celebramos la Epifanía (manifestación de Jesús) a los tres sabios que vienen de lejos a adorar al Niño. Tradicionalmente los llamamos los Reyes magos. Esta fiesta nos presenta la manifestación de Jesús a los pueblos paganos, expresando de ese modo la universalidad de la salvación que Dios ofrece. En ellos tres vemos el corazón humano que busca a Dios siguiendo señales que le acercan a la experiencia de encuentro. También percibimos que están abiertos a lo humilde. No se escandalizan por un Dios que elige venir en el camino de la pequeñez. Siguen con fidelidad la estrella que los guía.

Después de esa fiesta, cada año, al concluir el Tiempo de la Navidad, celebramos el Bautismo del Señor.

Este momento marca el inicio de su ministerio público. Los escritos del Nuevo Testamento coinciden en dar comienzo a la predicación del Señor a partir de este acontecimiento. Hoy volvemos a proclamar el pasaje del evangelio de San Mateo al cual hice referencia unos renglones más arriba. Cada detalle del relato está cuidadosamente contado para ubicarnos en la trascendencia del inicio de la vida adulta del Señor. El Padre nos revela la identidad de Jesús como su Hijo, con la presencia del Espíritu Santo.

A quien hemos contemplado y adorado como Niño en la Navidad, en brazos de José y María, hoy lo vemos iniciando su misión de consuelo y misericordia.

Jesús es ungido por el Espíritu Santo. La unción y la misión van de la mano. Además, en la unción y el envío no hay vuelta atrás. Jesús no fue ungido y luego “des-ungido”. La unción es algo permanente, no una acción pasajera. La unción no es para un mes o para dos años sino para siempre. Es una unción que marca su identidad, nos muestra quién es Jesús. Unción es una palabra castellana; en hebreo ungido se dice mesías y en griego se dice cristo. Tanto marca identidad que el nombre que se usa para designar a Jesús será el Cristo, o sea, el Ungido, y tiene que ver con el Bautismo recibido en el río Jordán.

Y ahora pasemos a una mirada acerca de nosotros. También somos “ungidos”. Cuando nos preguntan qué religión profesamos y respondemos que somos “cristianos”, estamos diciendo que somos ungidos. Ungidos también para siempre, de una manera permanente. Y así como en Jesús, el Cristo, unción y misión van unidas, en sus discípulos sucede lo mismo. En el Bautismo y la Confirmación somos ungidos de modo estable, para una misión a desarrollar en este mundo, la misma de Jesús: anunciar buenas noticias a los pobres, llevar consuelo a los afligidos; esta es la misión que la Iglesia tiene en este mundo. Porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo en esta historia. Unción y misión en Jesús, en la Iglesia, en nosotros, van juntas; y esto marca nuestra propia identidad. Decía San Pablo VI: “la Iglesia existe para evangelizar”. Y nosotros lo repetimos, la Iglesia existe para evangelizar. Una misión orientada a las pobrezas materiales y existenciales.

A partir del texto de la semana pasada, con ocasión del inicio de un nuevo año, una persona me escribió diciendo que “no sólo tropezamos varias veces con la misma piedra, sino que terminamos enamorándonos de la piedra”. Me dejó pensando… y es así. Pongamos atención.

Volviendo al inicio del relato de hoy, las fotos en blanco y negro pueden anunciar una vida cargada de colores, aunque a veces nos confundan los grises.

Y despidamos con cariño y gratitud al papa emérito Benedicto que falleció el sábado 31 de diciembre. El Papa Francisco dijo en la misa exequial refiriéndose al camino del Papa pastor:

“Como el Maestro, lleva el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha, y sus hermanos ven peligrar su dignidad. Ese encuentro de intercesión donde el Señor va gestando esa mansedumbre capaz de comprender, recibir, esperar y apostar, más allá de las incomprensiones que esto puede generar. (…)

Apacentar quiere decir amar, amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas. (…)

Y también la entrega sostenida por el consuelo del Espíritu que lo espera siempre en la misión, en la búsqueda apasionada, comunicar la alegría y la hermosura del Evangelio. (…)

También nosotros —aferrados a las últimas palabras del Señor y el testimonio que marcó su vida— queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre. (…)

San Gregorio Magno, al cumplir la regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta compañía espiritual diciendo así:

“En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que Tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones. Y que si el peso de mis faltas me abaja y me humilla, Tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme”.

Es la conciencia del pastor que no puede llevar solo lo que en realidad nunca podría soportar solo y por eso es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado. Es el pueblo fiel de Dios que reunido acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio del sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle una vez más ese amor que no se pierde y queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años.

Queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu. Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre Su voz”.

Opinión

Jorge Elbaum cuestionó el apoyo de Javier Milei a Israel: “Está involucrándose de forma irresponsable”

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“En vez de ser neutral, está sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, añadió el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio.

El Presidente Javier Milei mostró su completo apoyo hacia Israel tras el ataque sufrido desde irán, sin embargo, hay varias cuestiones a tener en cuenta a la hora de llevar a cabo lo que se refiere a un alineamiento bélico. Es por eso que para desarrollar este tema en profundidad, Canal E se comunicó con el sociólogo y primer presidente del Llamamiento Argentino Judio, Jorge Elbaum.

“La justicia argentina, específicamente la sala de la Cámara de Casación, no se expidió sobre la causa del atentado, sino sobre la causa del ocultamiento del mismo, en el cual fue llevado a juicio y condenado el juez de instrucción de la causa Galeano”, comentó Jorge Elbaum. “Esa es la causa en la cual 3 jueces de casación se expidieron”, agregó.

No se llevaron a cabo las testimoniales del caso AMIA

Posteriormente, Elbaum planteó: “Uno de ellos sugirió, por fuera de la causa de su tratamiento, referirse a otra causa, específica del atentado, que no ha habido juicio hasta ahora porque no se llevaron a cabo las testimoniales de los 8 acusados”. Luego, manifestó que, “estamos viendo un alineamiento político estratégico muy irresponsable por parte del Gobierno argentino, ya que cualquier vinculación estratégica bélica tiene que ser decidida por el Congreso”.

El Gobierno argentino hace un alineamiento y una sobrevaloración muy irresponsable, llamando al representante diplomático de Israel a presenciar una reunión de gabinete, en el marco de un alineamiento que Argentina históricamente no posee”, sostuvo el entrevistado. “Argentina, tradicionalmente, busca la paz, ha sido un ejemplo de no alineamiento, salvo en la época de Menem”, complementó.

El desconocimiento de Milei sobre lo establecido en la Constitución

Por otro lado, el sociólogo señaló: “El tema no es si Milei toma la decisión como Presidente de hacer una alianza diplomática, el problema es que está participando de una situación de guerra y no estaría mal en el caso de que fuese una decisión tomada por el Congreso”. A su vez, remarcó que, “lamentablemente, el Presidente desconoce la Constitución y se toma atribuciones que tendrán que ser juzgadas”.

El Presidente no puede establecer los alineamientos que está realizando en términos bélicos, apoyando a aquellos países como Israel y Estados Unidos, que son los que votan en contra de Argentina en los foros internacionales relativos a Malvinas”, expresó Elbaum. “En vez de ser neutral, está involucrándose de forma irresponsable, sobreactuando un aspecto ideológico, Milei no entiende lo que son los intereses de nuestro país”, concluyó.

@Perfil.

/Imagen principal: Archivo/

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La misión es responsabilidad de todos. 

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

Así lo entendieron y vivieron los primeros cristianos.

En la Biblia, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra a quienes abrazaban la fe poniendo todo en común y atendiendo a las necesidades de los más pobres y excluidos. El testimonio de vida acompañaba la predicación, ya que “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos (…) Ninguno padecía necesidad”. (Hechos 4, 32)

Y esta práctica no solo era promovida entre las personas de la misma comunidad, sino también entre las de diversas geografías. De este modo, vemos a San Pablo organizando una colecta entre las iglesias ubicadas en ciudades más prósperas para auxiliar a las más pobres de Jerusalén.

Con el tiempo se ha ido perdiendo esa conciencia, junto al abandono de la intensa actividad misionera y la disponibilidad a la entrega generosa de la vida. Una manera más cómoda e inocua de vivir la fe en algunas regiones del mundo, fue reemplazando a la audacia y la confianza en la Providencia de Dios.

A los obispos, sacerdotes, diáconos y otros agentes pastorales nos cuesta hablar con franqueza de las cuestiones económicas. Nos da cierto pudor o vergüenza, pero tampoco damos cabida a los laicos para que lo hagan.

A esto se suma que más de la mitad de las Parroquias de la Arquidiócesis (me animo a decir que del país) no tienen formado el Consejo de Asuntos Económicos, y las que sí lo han convocado, no siempre logran que funcione de modo adecuado.

La falta de Catequesis sobre el Precepto del sostenimiento del culto hace que se instalen algunos mitos. Entre ellos, los más frecuentes son que los sacerdotes reciben su sueldo del Estado o del Vaticano; que las parroquias no tienen los gastos habituales de las familias en energía eléctrica, gas, internet y otros servicios; que los libros de catequesis son gratuitos; que el combustible que utilizan para recorrer las capillas va de regalo; y otras cosas más en las cuales no abundo en razón de la brevedad.

Una de las actitudes evasivas que a veces he escuchado es “que primero pongan otros”. La avaricia de los ricos no puede ser excusa que justifique la falta de compromiso personal.

Es bueno preguntarnos: ¿cómo es mi vínculo con el dinero?

San Pablo nos dice que debemos cuidarnos de la avaricia para no caer en la idolatría del dinero. Es bueno dejarnos interpelar por las enseñanzas en la Palabra de Dios acerca de lo económico. “Dios bendice al que da con alegría.” “Hay más alegría en dar que en recibir.” “Lo tenían todo en común.” “La avaricia es una idolatría.” “No se puede servir a Dios y al dinero.”

Este fin de semana en todas las iglesias de la Argentina estamos realizando esta campaña de conciencia y compromiso con el sostenimiento de la misión evangelizadora que todos tenemos por ser bautizados. Lo llamamos “Domingo del compartir”.

Como dice el mensaje de la Conferencia Episcopal para este año 2024, “es necesario fortalecer la pastoral económica en nuestras comunidades, impulsar la catequesis sobre el sostenimiento económico de la misión de la Iglesia, buscar una gestión eficiente de nuestros recursos y animar la transparencia y rendición de cuentas”.

Te propongo preguntar qué necesidad concreta hay en tu comunidad. 

Sostengamos entre todos lo que es de todos, compartiendo el compromiso por la misión evangelizadora de la Iglesia. 

Durante la semana que comienza estaremos reunidos en Pilar, Provincia de Buenos Aires, todos los obispos de la Argentina. Acompañanos con tu oración para que en las deliberaciones y decisiones nos dejemos mover por el Espíritu Santo.


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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Las heridas abiertas de Jesús

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NOTA de OPINION de monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

Rezamos en el Salmo 62: “Tengo sed de Ti como tierra reseca, agotada y sin agua”.

Todos tenemos heridas que vamos adquiriendo a lo largo de la vida. Hablo de las del alma, aquellas que se producen por amar y no ser amados. Recuerdo la letra del tango tan expresivo: “de cada amor que tuve tengo heridas/ heridas que no cierran y sangran todavía”. (Julio Sosa, “Tarde”)

En este sentido, me conmueve también el poema de Miguel Hernández que con suma belleza y hondura nos comparte “llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida”.

Acojamos nuestras experiencias.
La herida de la soledad, del abandono.
Herida de la pobreza y el hambre del desamparo.
Heridas de la guerra que mutila, destruye y mata, no sólo los cuerpos; también los sueños, los proyectos…

Heridas en la familia por historias no resueltas, en que el egoísmo, la avaricia por la herencia, la traición, provocan golpes muy hondos y dolorosos.
Heridas en la Iglesia o con la Iglesia. No haber sido recibidos, ni acompañados, ni escuchados. Experiencia de negación de consuelo y aliento. Lo que te cobran en algunos lugares por bautizar un niño.
Heridas en la fe. Le pedí a Dios y no me respondió.
Heridas con los amigos porque juzgan sin escuchar.
La herida de la indiferencia y la no comprensión.

Y seguramente vos podrías sumar unas cuántas heridas más de tu propia vida, y realizar un largo elenco de las llagas que siempre quedaría incompleto. 

Sabernos heridos es algo muy común. Sin embargo, nos cuesta hablar de lo que nos lastima. Solemos conversar acerca de los logros, talvez de algunos fracasos, pero no de las heridas. Pensamos que nos hace vulnerables, débiles ante los demás.

Te comparto una experiencia que he atesorado especialmente en los Santuarios. Allí podemos acercarnos como peregrinos heridos o simplemente como turistas curiosos. Los peregrinos buscan consuelo y, si se puede, respuesta a cuestionamientos existenciales. 

En el Evangelio que proclamamos este fin de semana se presenta Jesús Resucitado ante sus discípulos, pero está ausente el Apóstol Tomás que se negaba a creer en el testimonio de los demás. Les dijo: “Si no veo la marcade los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. (Juan 20, 25) A la semana siguiente Jesús se aparece nuevamente y cumple el deseo de Tomás.

A Jesús lo encontramos vivo en sus llagas, ellas representan distintas formas de sufrimiento y exclusión. Por eso quise iniciar esta reflexión volviendo la mirada a nuestras heridas, para reconocer en ellas al Señor. Lo llamamos Jesús Misericordioso porque Él sabe lo que es sufrir, y se presenta mostrando sus heridas luminosas y su costado abierto por la lanza del soldado.

Miremos nuevamente a Jesús en la cruz. Recordemos sus Palabras.
Aparta de mí este cáliz. 
Uno de ustedes me entregará.
Tengo sed.
Por qué me has abandonado.
Todo se ha cumplido.

Te propongo que hablemos con los amigos más cercanos de las heridas que habitualmente escuchamos, que recibimos, ¿qué actitud tomamos? ¿Damos espacio? ¿Encontramos espacio? ¿Reconozco con humildad que soy indigente? ¿Qué me dice la fe?

Aprendamos, como nos enseña San Pablo, llorar con el que llora y reír con el que ríe. (Rm 12, 15)

Comentando el Evangelio de este domingo, nos dice San Agustín que Jesús “sabía que en el corazón de sus discípulos quedaban heridas, y para sanarlas conservó las cicatrices de su cuerpo”.

Como canta Cristóbal Fones, “al final de la vida llegaremos, con la herida convertida en cicatriz”.

¡Feliz Pascua, nuevamente!


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

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