El miércoles pasado, el dirigente social y referente del Frente Patria Grande se pronunció sobre la deuda externa, las negociaciones en curso con el FMI y la política del Frente de Todos tras el acuerdo con el organismo financiero multilateral.
Discurso completo:
Hoy junto a mis compañeros y compañeras diputados y dirigentes de todo el país, quería transmitir nuestra posición, con mis palabras que espero sinteticen lo que pensamos y sentimos muchos.
Para los que no saben, el Frente Patria Grande es una organización que fundamos en 2018 militantes relativamente jóvenes y lejanos a la política tradicional cuando el macrismo aceleraba sus políticas de exclusión y arreciaba en toda América Latina la ofensiva contra procesos políticos populares.
Con todos sus errores, el ciclo político regional surgido en los albores del Siglo XXI rompió con el paradigma neoliberal y enterró el Consenso de Washington permitiendo avances sociales y económicos indiscutibles. Como represalia por los aciertos, estos procesos y sus líderes fueron demonizados y perseguidos. El legado de Chávez fue pisoteado, Lula pagó con la cárcel luchar contra el hambre, Correa traicionado tuvo que partir al exilio en Bruselas, Evo sufrió un golpe militar asesino y racista, Cristina fue hostigada brutalmente por la mafia judicial.
Nosotros, nosotras, no participamos de los gobiernos kirchneristas. Mantuvimos una perspectiva crítica sobre ciertas políticas, visiones y privilegios. Pero en 2018 definimos que era esencial enfrentar esta ofensiva de la extrema derecha y los intereses del capital financiero. Decidimos cargar una mochila pesada, con todos sus estigmas, en el peor momento, cuando el panorama era más sombrío, cuando el oportunismo indicaba hacer otra cosa, cuando Comodoro Py parecía decidido a eliminar cualquier vestigio de Estado de Derecho para destruir a Cristina Kirchner, cuando reivindicar cualquiera de sus políticas era ponerse en la mira de los grandes medios y ser automáticamente denigrado y tildado de corrupto.
Pero la tarea que imponía el momento histórico era clara: derrotar a Macri. Eso requería una coalición amplísima y la piedra angular de esa hazaña era necesariamente Cristina por encarnar a la principal fuerza de oposición a las políticas neoliberales. Defenderla era la llave para dejar atrás aquel nefasto gobierno. Finalmente, en 2019, con el esfuerzo de todos, construimos la coalición más amplia de la historia política argentina: desde Pino Solanas hasta Sergio Massa.
Derrotar a Macri era condición necesaria pero no suficiente para recuperar una Argentina digna. Por eso, nosotros nos planteamos otra tarea: “impulsar reformas sociales, económicas y políticas estructurales que permitan superar la situación de dependencia de nuestro país, promoviendo el desarrollo de las fuerzas productivas y la creatividad nacional en un contexto de integración latinoamericana y justicia social”1.
Nos propusimos impulsar una agenda de diez puntos. El primero de ellos, no casualmente, consistía en la anulación del acuerdo ilegítimo entre el Gobierno de Mauricio Macri y el Fondo Monetario Internacional; es que las deudas ilegítimas han signado la triste actualidad de nuestro país, desde sus primeros años de existencia.
Hace 200 años, el gobierno firmaba el primer empréstito con la casa financiera Baring Brothers entregando como garantía hipotecaria las tierras públicas. Se robaron la plata, se repartieron las tierras, definieron que la Argentina sería proveedora de materias primas para las factorías del mundo desarrollado. Así se conformó la élite económica de nuestro país.
La tragedia de los ciclos de endeudamiento y fuga de capitales así iniciados fue el pacto tácito entre las potencias coloniales y la elite local que la revolución del 17 de octubre de 1945 cortó y sólo pudo ser plenamente restaurada con la brutal dictadura iniciada en 1976.
El FMI es la herramienta indispensable para la reproducción permanente de este plan de opresión. El General Perón lo vislumbró desde el principio. Lo explicó claramente al pueblo, rechazó incorporarnos al Fondo Monetario Internacional. El Movimiento Nacional siempre luchó contra esa banda de saqueadores. Por eso el peronismo sigue siendo el hecho maldito para las élites y una abominación para las potencias.
La historia se repite calcada desde entonces: un puñado de millonarios taimados se hacen del Estado, toman deuda que siempre fugan, hipotecan un pedazo de soberanía, se enriquecen aún más y cuando la sociedad se harta, se van con sus cuentas bancarias llenas… dejando un pueblo empobrecido y un país endeudado. Onganía, Videla, Martinez de Hoz, Menem, De la Rua, Cavallo, Macri, Dujovne… los nombres cambian, pero el apellido es siempre el mismo: Fondo Monetario Internacional.
Pero vamos más cerca en la historia; la historia que nosotros vivimos. Porque el endeudamiento también signó nuestras biografías personales y experiencias generacionales.
Aquí reunimos dos generaciones. Los millennials o dosmiluners. Los que empezamos a militar luchando contra el Fondo en la calle y contra el hambre en las ollas populares. Recordémoslo. Blindaje, megacanje, fuga, corralito, colapso y miseria absoluta. Nati tuvo que sufrir en carne propia cartoneando desde los 13 años, Fede terminó viviendo en un asentamiento precario… a muchos militantes nos tocó estar en la Plaza durante el Estado de Sitio aquel 20 de diciembre. Itai y yo teníamos 18 años. En lo personal, fue esa tarde, detenido a disposición del poder ejecutivo nacional en una comisaría de Liniers, cuando decidí unir mi destino al de las víctimas de aquel modelo de exclusión.
Acá hay otra generación, los centennials, que pasó su niñez sin escuchar esa maldita sigla más que en algún documental, porque a partir del año 2006 el Fondo no estaba más en la Argentina. Ofelia tenía 5 años, Lucía tenía 9; conocieron al Fondo recién cuando Macri lo volvió a traer.
Era junio de 2018. Otra vez nos cargábamos una deuda odiosa. Esta vez de 45 mil millones de dólares. Nosotros lo impugnamos desde el día 12 y vamos a ser consecuentes con esa posición.
Esa misma semana, junto al actual gobernador Kicillof enviamos una carta a la señora Lagarde. Esa carta fue impulsada por los principales dirigentes que hoy conforman el Frente de Todos. Búsquenla. Ahí describimos claramente lo que iba a suceder: fuga de capitales y catástrofe social. La carta finalizaba así: “no tenemos otro camino que repudiar este Acuerdo ya firmado y considerar a la nueva deuda contraída bajo sus condiciones como odiosa o execrable”3.
Cuando asumió el gobierno por el que tanto luchamos, el equipo económico definió otro camino. Vimos con preocupación el error estratégico que se estaba cometiendo. Lo planteamos puertas adentro y puertas afuera. Otra vez la trampa de “los buenos modales” y la amnesia histórica. No se impugnó el incumplimiento manifiesto del propio estatuto del Fondo ni se denunció formalmente la estafa. Empezamos perdiendo porque aceptamos negociar dentro de las “reglas” que el propio FMI impone pero viola.
Reincidimos en una lógica colonial: quejarnos de la traición interna pero no enfrentar la agresión externa. Parafraseando a Jauretche… Denunciamos al criollo que nos vendió pero no al gringo que lo compró, o para ponerlo en los términos del Washington Post, denunciamos al narco local pero no al cártel transnacional.
El acuerdo al que llegó el poder ejecutivo es consecuencia del mencionado error estratégico y el error estratégico deriva de una concepción tecnocrática, despolitizada y ahistórica sobre el Fondo. El Fondo, no es un organismo multilateral neutral, sino una herramienta para la hegemonía geopolítica y financiera.
Si no tomamos en cuenta el error inicial, si hacemos una lectura ligera del proyecto de ley, podríamos ver un resultado razonable, mejor al obtenido por otros países. Nosotros lo vemos de un modo completamente distinto. Vamos a pagar una estafa sin obtener concesiones significativas de los estafadores. No obtuvimos ni quita de capital ni de intereses como habíamos planteado muchos integrantes de la coalición sin que estas demandas se pusieran sobre la mesa de negociación. Tampoco se obtuvo lo que sí planteó el equipo negociador: la extensión de plazos, y la eliminación de sobretasas.
No podemos naturalizar que se festeje como si fuera un orgullo que los gobiernos populares paguen las deudas de los neoliberales. Menos en este caso donde pagar no implica mayor autonomía sino continuar con la dependencia. Porque es el pueblo, no el Gobierno, el que termina pagando esa fortuna sideral que se llevaron los grupos financieros4 sin dejar una sola obra a favor del país. Esto lo reconoció el propio Macri: la plata del Fondo era para los bancos. No nos olvidemos: en esa época, los dólares que ingresaban al Banco Central literalmente se remataban entre grupos económicos.
Con este acuerdo, la Argentina tampoco sale de la zona de vulnerabilidad financiera. Seguimos teniendo la famosa espada de Damocles sobre la cabeza. De eso se tratan las revisiones trimestrales que nos impusieron. En una economía global altamente convulsionada, con metas tan estrictas, al FMI no le van a faltar excusas para enviarnos al default. Es una pistola sobre las sienes de la Argentina. No van a dudar en apretar el gatillo cuando les convenga. Valga recordar que Damocles tenía esa espada por sus tratos con un tirano. El FMI es un tirano que se impone a la fuerza.
No se le ha explicado bien a nuestro pueblo cómo funciona este acuerdo.
Tomamos nuevos préstamos del FMI para pagar la deuda con el propio FMI. Son esos bucles perversos del mundo de las finanzas. Si consideran que nos portamos mal, aprietan el gatillo. Si somos alumnos sumisos, nos perdonan la vida, pero perdemos el alma. Es ingenuo pensar que la mano del verdugo va a estar guiada por cuestiones técnicas y no por intereses geopolíticos. El pacto Macri-Lagard tuvo entre sus objetivos garantizar la continuidad de un gobierno servil a los intereses financieros y a la política exterior norteamericana5 ¿Por qué ahora harían algo distinto?
Así, quedamos a merced de una tecnocracia ladrona. Nosotros no podemos aceptar que el horizonte de posibilidades de nuestro país sea ser una colonia supervisada, subdesarrollada, mal-desarrollada, endeudada y empobrecida, en el patio trasero de los Estados Unidos. Queremos ser una gran nación, pero estamos cada vez más huérfanos de Patria porque no la defendemos.
Defender la Patria, como estamos viendo en el este europeo, no es gratuito; trae sufrimiento. Aquí gracias a Dios no nos enfrentamos a una guerra. Somos una zona de paz y así debemos permanecer. Pero sí enfrentamos otras formas de agresión y colonialismo que también debemos combatir con coraje. Ahora tenemos al Fondo en nuestra economía imponiendo condiciones destructivas y a los británicos en Malvinas colocando armamento de última generación en las islas. No reaccionamos.
La destrucción de la conciencia nacional no afecta solo a la dirigencia. También nos afecta como pueblo. Entregamos por dos monedas nuestros bienes comunes, sin valor agregado, destruyendo la naturaleza, quemando los humedales, volteando el bosque nativo, contaminando las aguas con plástico y cianuro, envenenando el suelo con glifosato, despilfarrando el potencial de nuestro país para recuperar su dignidad nacional. Eso no nos conmueve ni nos moviliza lo suficiente.
Nadie nos va a venir a salvar: ni los rusos, ni los chinos, ni los norteamericanos, ni los organismos financieros internacionales, ni las lluvias de inversiones. El futuro de la Argentina está en nuestras manos. Sólo deja de ser colonia quien decide defender su suelo con esfuerzo, sacrificio y dignidad.
Los organismos internacionales dominados por las potencias no están resolviendo ni uno solo de los grandes problemas de la humanidad: no garantizan la paz, no revierten la crisis climática, no enfrentan las pandemias, no impulsan un desarrollo equitativo. ¿Somos tan estúpidos para pensar que van a defender los intereses del Sur? Si América Latina unida no adopta otra cosmovisión, estamos condenados.
Pueden decir que este es un planteo ideológico. Que no es pragmático. Se equivocan. Es la visión política de estas dos generaciones que van a poner la patria grande de pie.
La apelación al “pragmatismo” a veces me resulta lamentable. Soy una persona práctica, la mayoría aquí lo somos. Tenemos que ser prácticos para enfrentar los problemas de los espacios donde luchamos cotidianamente: los barrios, las cooperativas, la ruralidad pobre, las universidades, las escuelas y hospitales. A veces, desde los centros de poder, se confunde pragmatismo con una adaptación mediocre al status quo, la pérdida de creatividad y el pensamiento propio. Eso degrada cualquier sociedad y proyecto político.
¿Cuál es el pragmatismo de un Plan económico que dice cómo y cuándo se va a resolver el déficit fiscal, pero no nos dice cómo y cuándo se va a resolver el déficit humano?
- Quince millones de pobres
- Cinco millones de indigentes
- 11 millones de argentinos sin techo propio
- 4 millones de trabajadores registrados con salarios bajo la línea de pobreza
- 8 millones de trabajadores informales y de la economía popular sin derechos básicos garantizados.
- Cientos de miles de campesinos, originarios y pequeños productores sin tierra
- Un ambiente cada vez más deteriorado
- Un país cada vez más centralizado que somete a sus provincias a la hegemonía unitaria de la metrópoli porteña.
La paradoja más cruel es que las familias de nuestro país no pueden comer pan en el granero del mundo, ni carne en el país de las vacas. ¿Cuál es el pragmatismo de priorizar la deuda con el Fondo sobre la deuda con nuestro pueblo?
En este país maravilloso, el mejor país del mundo, extenso como pocos, donde existen riquezas naturales y humanas enormes, pragmatismo es lograr que toda familia tenga un techo, todo campesino tierra, todo trabajador sus derechos, todo ciudadano un ingreso mínimo estable, los niños escuelas dignas, los enfermos hospitales decentes.
Somos pragmáticos. Planteamos la adopción del salario básico universal como una medida para mitigar los daños del acuerdo en la población más vulnerable, eliminando la indigencia y reduciendo fuertemente la pobreza. Estuvimos dispuestos incluso a reconsiderar nuestra posición si el acuerdo era sin hambre6. Nada de eso fue evaluado.
Hay que aplicar un poco del tan mentado pragmatismo y avanzar en la identificación de quienes ganaron con las políticas de endeudamiento y fuga. Los que tomaron la deuda y se beneficiaron con ella, deben pagarla, y no en el pueblo que la padeció. Por eso exigimos que el Congreso active la Comisión Bicameral de Investigación de la Deuda.
Acá su vicepresidente, Itai Hagman, viene peleando para que el senador Mayans que la preside avance decididamente en el proceso7. También exigimos que la jueza Capuchetti sustancie el proceso penal contra Macri y sus secuaces. Ambos puntos presentan inexplicables demoras8.
Si se consagra la impunidad de los endeudadores y los fugadores, si no se resuelven los problemas reales de los argentinos, lo único que va a crecer es el neo-fascismo que propone falsas soluciones a partir de las deudas sociales postergadas. Por eso rechazamos el Plan del Fondo y proponemos un Plan de Desarrollo Humano Integral que atienda la verdadera deuda que el Estado tiene con su pueblo.
Si algún día conducimos el gobierno, toda fuerza de ocupación financiera que pretenda someter a la Argentina va a ser expulsada y el Estado va a ser garante de que se cumpla el contrato social básico: una casa para cada familia, un lote para cada campesino, un trabajo para cada argentino y argentina, una educación digna para cada niño. Así de simple.
Mientras tanto, por la memoria histórica, por comprensión de nuestro presente y por la defensa de nuestro futuro, decidimos no acompañar este acuerdo en el congreso nacional. Ninguno de nuestros diputados va a votar a favor del proyecto.
Hasta aquí nuestros argumentos. Ahora, ¿cómo sigue esto?
Sea cual fuera el resultado que emane del Congreso Nacional, la situación de la Argentina entrará en una fase crítica y los intereses político-económicos representados por la derecha macrista desarrollarán sin duda una estrategia destituyente. En este contexto, el Frente de Todos debe mantener más que nunca su unidad y la coalición toda debe sostener al Gobierno Nacional. Las duras contradicciones entre nosotros no pueden derivar en rupturas.
Pero la unidad debe superar un esquema meramente defensivo. Hoy el Frente de Todos nos delimita de la derecha neoliberal y expresa una perspectiva de justicia social. No es poca cosa. Sin embargo, no encarna un proyecto común de país. Una síntesis más profunda implica asumir esta realidad y procesarla.
Para que cada contradicción no derive en agresiones personales, ni operaciones de prensa, ni se convierta en una tragedia griega que siga empujando a la sociedad a un descreimiento en la democracia, debemos tener la madurez de sincerar las diferencias internas y definir de forma precisa los roles de cada cual. Porque nuestra obligación es que éste sea el mejor gobierno posible. En última instancia y a su debido tiempo, serán las primarias el mecanismo para dirimir de cara al pueblo el rumbo de la coalición.
Voy a salirme un poco de lo estrictamente político. Como militante de los movimientos populares, considero fundamental que en este tiempo, sindicatos y organizaciones sociales defendamos la agenda de las 3T -Tierra, Techo y Trabajo- y los intereses de la clase trabajadora en la puja distributiva que se abre. No podemos seguir perdiendo. No nos comamos el cuento de que la lucha justa de los de abajo es funcional a la derecha. Lo que sí es funcional es que el pueblo sienta en el corazón y en el bolsillo que sus dirigentes se adaptan y no los defienden.
Al presidente Alberto Fernández quisiera decirle respetuosamente, fraternalmente que cuenta con nosotros para conservar la unidad en la diversidad; hacer frente a las amenazas de una oposición destructiva e irresponsable; colaborar con honestidad y esfuerzo en las políticas populares del gobierno; luchar por la recuperación del dinero malversado y fugado … pero no cuente con nosotros para apoyar medidas que rechazamos explícitamente desde el día 1 y contradicen las convicciones de este espacio. No cuente con nosotros para votar un acuerdo que prolonga la dependencia sin resolver los problemas sociales más básicos.