Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
El Planeta sufre. Hay vida que se está enfermando y destruyendo. Está en riesgo la existencia humana y todo lo que forma parte de nuestra casa común.
Nos encontramos ante un gravísimo deterioro ambiental por donde lo miremos: océanos saqueados, ríos contaminados, praderas desertificadas, bosques talados sin regulación y pérdida permanente de biodiversidad. Huracanes, tormentas y sequías.Retracción y disminución de glaciares; y los polos del norte y el sur también se están derritiendo provocando la suba en el nivel de los océanos. No se pone límite al aumento de la temperatura global; el último verano en el hemisferio norte fue sumamente caluroso. Una parte de la humanidad no quiere reconocer los límites de la creación. Tienen como meta extraer hasta agotar, consumir hasta el hartazgo. A su vez debemos decir que no todos en el Planeta tienen la misma responsabilidad: No tiene la misma incidencia un país europeo que otro africano.
No hay acceso equitativo al agua y a las fuentes de energía. El 20% de la población mundial consume el 80% de energía disponible; y la misma asimetría se refleja en los alimentos. Son síntomas de pecado: desprecio de la obra de Dios y cosificación de las personas.
Nos enseñaba el Papa Benedicto XVI que “el modo en que la humanidad trata el medio ambiente influye en el modo en que se trata a sí misma y viceversa” (CiV 51). Cada vez nos alejamos más del “homo sapiens” (hombre sabio) y nos acercamos al “nescius”, según el diccionario: terco, torpe, porfiado, obtuso.
Para la tradición religiosa judeo-cristiana: la creación es un don de Dios. También compartimos una mirada semejante con la espiritualidad de aborígenes.
Es imperioso caer en la cuenta de que el Planeta es casa de la familia humana. El próximo martes 4 de octubre celebramos la fiesta de San Francisco de Asís. No solo tuvo una vida de pobreza y sencillez, sino que nos enseña un vínculo renovado con la creación: el hermano Sol, la hermana Agua, la hermana Tierra.
Debemos cuidar la Justicia intergeneracional. NO podemos dejar de lado los derechos de las próximas generaciones. Para ello es fundamental promover el valor de la sobriedad en el estilo de vida.
En los próximos meses se desarrollarán dos importantes cumbres mundiales.
La primera será en Egipto en noviembre de 2022. La COP 27 sobre el cambio climático buscará vigorizar acuerdos para reducir el consumo de combustibles fósiles. También se propone fortalecer compromisos para no seguir aumentando la temperatura global debido al uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas).
La segunda: la COP 15 en el mes de diciembre en Canadá, sobre biodiversidad para detener la extinción de especies y la destrucción de los sistemas ecológicos.
Algunos gobiernos ponen piloto automático y se desentienden del compromiso, o son razonables con el discurso pero permisivos en su propio territorio.
El Papa nos pide “Escuchar la voz de la creación” (1 sept – 4 oct). “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Ls 49).
La semana pasada el Papa Francisco dio a conocer el tema de 57º Mensaje por la Jornada de las Comunicaciones Sociales: “Hablar con el corazón”. Invita a los comunicadores y periodistas a seguir una línea imaginaria con la atenta escucha propuesta el año pasado y que ya vayamos conectando en la misma sintonía con el Sínodo de octubre de 2023. “Hablar con el corazón significa ‘dar razón de la esperanza que hay en nosotros’ y hacerlo con afabilidad, utilizando el don de la comunicación como un puente y no como un muro.” También nos anima a “no tener miedo de afirmar la verdad, a veces incómoda, que tiene su fundamento en el Evangelio”. Y termina: “Es un esfuerzo que se nos pide a todos, pero en especial a los operadores de la comunicación, llamados a ejercer su profesión como una misión para construir un futuro más justo, más fraterno, más humano”.