Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina) y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
El lenguaje que utilizamos no es inocuo. Expresa el modo en el cual entendemos la realidad, la describimos, la aceptamos o rechazamos.
El domingo pasado se celebró como desde hace décadas el día del niño. Desde 1958 la Cámara Argentina de la Industria del Juguete en Argentina promovió que el primer domingo de agosto de cada año se dedique como homenaje a niñas y niños.
El año 2003 esta celebración pasó al segundo domingo del mismo mes, debido a que muchos trabajadores no habían llegado a cobrar sus salarios para el primero, según se dijo. Y en 2013 se postergó para el tercero, esta vez por razones políticas, dado que el segundo domingo coincidía con las PASO.
En 2020 la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación resolvió que desde entonces se denominara como “Día de las Infancias”. Se ve que en plena pandemia era una preocupación por encima de otras acerca de las personas menores de 18 años de edad. Sin embargo, recién en este 2022 comenzó la campaña más explícita.
Más allá de las intenciones de inclusión acerca de las cuales podemos coincidir o no, veo que de este modo se diluyen los sujetos concretos (niñas y niños) en pos de un sujeto colectivo y anónimo (infancias o niñez), que pone distancia y poco compromete. Un lenguaje designa los sujetos concretos, el otro es una abstracción.
No es el mismo compromiso el que surge de decir que el “60% de niñas y niños” están bajo la línea de pobreza a señalar ese mismo porcentaje en “las infancias”. Y sucede también con otros sujetos colectivos: los ancianos o la ancianidad, los indígenas o la indigenidad, los y las docentes o la docencia.
Los dramas de la desnutrición, del hambre, del hacinamiento son de niñas y niños en concreto.
La violencia doméstica y los abusos, ¿los padecen niñas y niños o la infancia?
En el caso del atraso escolar o el quedar afuera del sistema educativo, ¿cuál es el sujeto colectivo concreto?
En estas semanas me contaban historias dramáticas de familias en las caravanas de migrantes que atraviesan varios países de Centroamérica. Es indignante palpar los abusos que padecen, los secuestros, la trata de niñas, niños y adolescentes; no hay otro modo genérico de describir esas situaciones. Niñas madres (de 13 o 14 años) cargando en brazos o en la espalda a sus hijos pequeños.
Ciertamente estamos atravesando un cambio cultural. El lenguaje no sólo busca expresarlo, sino también generarlo y en ocasiones obligarlo. No nos prestemos a ingenuidades. Veamos el caso de un par de instituciones que se ocupan de lo concreto.
“Save the children” (Salvar a los niños) fue fundada hace más de 100 años y se propone salvar de la muerte a niñas, niños y adolescentes del flagelo del hambre y la enfermedad en el mundo. En eso ponen su energía.
“Missing Children” (Niños Desaparecidos) es otra organización que se compromete en la búsqueda de niñas y niños desaparecidos. En Argentina hay muchos chicos perdidos, aunque unas pocas de estas situaciones son denunciadas. La consigna con la cual nos motivan es “Gracias por prestarnos tus ojos”. La comunidad que no mira con indiferencia. Fuentes policiales señalan que desaparecen cerca de 3.000 niñas y niños por año. ¿Se los tragó la tierra?
Cuidemos a los niños, niñas, adolescentes de toda injusticia y exclusión. No los escondamos detrás de las palabras ni de las ideologías.
Repasemos juntos dos fechas.
El pasado 24 de agosto se cumplieron seis meses de la invasión Rusa a Ucrania. Pidamos por quienes sufren la guerra en carne propia.
El próximo 1 de setiembre comienza un mes dedicado al Cuidado de la Creación impulsado por el Papa Francisco para todo el mundo. El lema de este año es “Escucha la voz de la creación”. De esta cuestión te compartiré una reflexión la semana próxima.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.