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Opinión

No hay victoria sin conflicto.

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Extracto de nota de Guillermo Wierzba publicada el 10/10/2021

Neoliberales, progresistas resignados y realpolitikeros niegan cualquier proyecto transformador.

Los economistas e intelectuales orgánicos del poder suelen esgrimir una cantidad de “razones” (excusas) para naturalizar un paradigma económico-social como el único posible ordenador de la sociedad. A partir de esa lógica ordenadora, quedarían determinadas las condiciones para un mejor nivel de vida de la sociedad en su conjunto.

Ubicados en el presente, podemos recorrer el discurso de la intelectualidad de la época neoliberal –de ellos se trata– y sacar conclusiones respecto adónde conducen sus dogmas. Pero no debemos dejar de advertir que esas premisas también son aceptadas por pensadores y políticos autodenominados –y reconocidos por sectores de la sociedad– como “progresistas”, no por valorarlas, sino por resignarse a ellas a partir de hacer un culto de la correlación de fuerzas, a las que siempre encuentran como desfavorables para desafiar los pilares del orden social hegemónico. A neoliberales y “progresistas resignados” habría que agregarle una pléyade de pregoneros de la realpolitik, que entienden a esta última como la asunción del orden vigente como una eternidad, sin ocuparse de la historicidad de los modos en que las sociedades han organizado sus vidas a través del tiempo.

Adentrándonos en los problemas económicos de la Argentina actual, la economía ortodoxa, la intelectualidad que la profesa y sus difusores mediáticos despliegan esa concepción planteando una cantidad de axiomas que conducen al más crudo conservadurismo y a la negación de cualquier proyecto transformador, del cual no sólo se manifiestan contrarios, sino que se ocupan esencialmente de fundamentar su “imposibilidad”. Así, circunstancialmente se genera un “frente político-del posibilismo” en el que encuentran cabida neoliberales, “progresistas” y “realpolitikeros”.
Explicitemos a continuación los lugares recorridos por ese “frente”.

Precios

La única forma de conformación de los precios en la economía es mediante la oferta y la demanda, liberando al mercado de cualquier intervención estatal. Los controles de precios, u otras formas de regulación, como la cupificación de exportaciones y otros métodos del desacople de los precios locales respecto de los internacionales, no sólo son considerados injustos para los “empresarios-productores” (los propietarios de los medios de producción) y su intelectualidad orgánica, sino “distorsivos” (desordenadores de las señales correctas para el “equilibrio” económico y la conformación de precios relativos adecuados para la economía) y condenados al fracaso y al incumplimiento por la imbatible capacidad de imposición final de los precios mercantiles. Por lo tanto, la política económica que postulan como ruta única de la racionalidad es opuesta a lo que determinaban los clásicos del desarrollo, como Albert Hirschman, quienes sostenían que una de las condiciones clave para lograrlo era la alteración de los precios mercantiles por la acción estatal dirigida a objetivos estratégicos de cambio estructural. Esta alteración llevaba implícito el objetivo de la diversificación productiva y de la distribución de los incentivos para compensar los desequilibrios del desarrollo desigual sectorial de las economías jóvenes.

Si el Estado no interviene sobre los precios, si no controla la lógica de su conformación en la cadena productiva y en la de distribución de los bienes, ocurren dos cosas: los aumentos de salarios son absorbidos, y más que compensados, por los aumentos de precios, porque los que dominan esas cadenas son formadores de precios dispuestos y con poder para resolver la puja distributiva a su favor. Pero, además, la empresa dominante de la cadena productiva también puede expropiar beneficios de las pymes y otras unidades productivas articuladas por el núcleo central que es esa firma.

En la actualidad, un sendero enérgico de recuperación de ingresos, que requiere de aumentos reales que desanden la caída salarial del 25% del último quinquenio, necesita de la participación estatal en los mercados de bienes y de trabajo para evitar que las subas de sueldos queden disueltas por la neutralización de los precios fijados libremente por el empresariado formador de los mismos. La no intervención gubernamental conduce al no respeto de los derechos económicos y sociales, y denotaría la demarcación de la vida democrática con un límite que dejaría a la economía por fuera de ella. Lo económico quedaría en el plano de la sociedad civil y excluido de la vida política.

Impuestos

La presentación del reclamo permanente de la disminución de impuestos, que suman una “presión tributaria” abrumadora que sube los costos empresariales a niveles desestimulantes de la producción. La reducción de impuestos –entre los que la obsesión neoliberal y del poder concentrado es especialmente con los que gravan ganancias, propiedad y rentas– constituye una fuente de mayor apropiación de beneficios por parte de los propietarios, a la vez que afecta negativamente la distribución del ingreso. Por otra parte, la idea de una excesiva presión tributaria no se condice con las estadísticas mundiales ni de la región en el análisis comparativo con otros países. Además, la pérdida de ingresos del Estado significaría la restricción de sus recursos económicos para intervenir solventando los necesarios niveles e incrementos del gasto social en una sociedad con una intensa polarización del ingreso y altos niveles de pobreza e indigencia. En la lógica de la reducción de impuestos también está la resistencia a las retenciones, que, en realidad, son derechos de exportación que juegan macroeconómicamente con un rol similar a los tributos, pero también constituyen una herramienta para la regulación de los precios internos, como así también de las transferencias de rentas de los sectores económicos de mayor competitividad internacional a los que necesitan de apoyos para incrementarla. La menor disposición de ingresos tributarios, aunada al pregón de la ortodoxia intelectual de la derecha y de los empresarios concentrados contra el déficit fiscal, es la base sobre la cual se define la idea de un Estado chico con menos funciones. Menor gasto social y menor posibilidad de inversión pública. Menores impuestos a la propiedad y menor gasto social influyen perjudicialmente en la determinación de la distribución secundaria del ingreso, cuya determinación está dada por la primaria más el impacto del gasto social y los impuestos. A su vez, empobrece la potencia estatal para disciplinar al poder económico privado concentrado.

Divisas

El mercado libre de cambios y la libre movilidad de capitales, tanto para su entrada como salida. Esto lleva a que las divisas sean manejadas como una mercancía de orden privado, cuando constituyen un recurso estratégico para el desarrollo. Esas liberalizaciones quitan al Estado la posibilidad de administrar extra-mercantilmente el precio de las divisas y establecer regulaciones cuantitativas y direccionadas sobre la entrada y salida de dólares en función de una política económica redistributiva, humanista y de desarrollo. Cuando se establecen impuestos progresivos, el capital podría eventualmente retirarse, lo mismo ante aumentos salariales o regulaciones de precios. Esa eventualidad no necesariamente tiene antecedentes históricos que constituyan una prueba de regularidad, pero sí la amenaza para evitar la disputa por el ingreso y la intervención estatal. La des-financiarización es combatida por el neoliberalismo y aceptada por el “frente climático del posibilismo” bajo amenaza de abandono.

FMI

El acuerdo con el FMI. En general, los neoliberales plantean una negociación falsa. Aldo Ferrer reflexionaba que cuando una parte se sienta a negociar, debe estar dispuesta y poner la mejor voluntad para llegar a un acuerdo, pero también debe contar con la posibilidad de no arribar al mismo. En el caso del FMI esto también rige. Si el acuerdo fuera considerado “inevitable” para la Argentina, aun sobre la base de la falta de voluntad del FMI por diseñar un esquema de refinanciación acorde a la posibilidad de pago del país y encuadrada en el marco de una política social distributiva y una estrategia de desarrollo autónomo que no implique sesgar la economía hacia un perfil reprimarizado, entonces no se estaría en una actividad negociadora, sino en la gestión de un pedido a los países predominantes en ese organismo internacional para que otorguen algún beneficio o conmutación de intereses. La diferencia entre una negociación y un ruego no es una cuestión menor.

Recursos estratégicos

El rechazo rotundo de la participación del Estado como empresario en la gestión de los recursos estratégicos para el desarrollo nacional. Esta perspectiva excluye la articulación del poder público con empresas privadas nacionales en el despliegue de sectores clave para la soberanía económica, que fortalecería el papel protagónico de lo público en la vida socio-económica.

Estos cinco planos de la política económica de la Argentina del presente constituyen el centro de un debate en el que se juega el futuro de la Nación. Los neoliberales, “progresistas resignados” o realpolitikeros que sostengan –aun desde perspectivas diferentes– como única conclusión que los precios no pueden regularse extra-mercantilmente; que la política fiscal no puede ser expansiva en pos de un Estado grande que participe como un actor económico productivo y sea el efector de una política de redistribución de ingresos y del salario real; y que el Estado argentino no puede manejar el recurso estratégico de las divisas logradas en su comercio exterior ni regular la entrada y salida de capitales en función de la planificación de un proyecto nacional que determine la ciudadanía, abonan un culto de la correlación de fuerzas como fenómeno estático, que resultaría también inconmovible por la propia vocación transformadora de un gobierno nacional, popular y democrático.

No poder diseñar y dirigir esos planos de la economía por parte del gobierno y su cesión a agentes concentrados, empresas u organismos domésticos e internacionales que son ajenos a su poder implicaría el reconocimiento de una dependencia económica indestructible, tanto de centros imperiales como de poderes económicos internos. Esa conceptualización es clásica: habría poderes internos que viabilizarían, por intereses de políticas comunes, el peso de un dominio externo sobre la economía de la Nación, como bien sostenía Rodolfo Puiggrós, quien fuera interventor de la Universidad de Buenos Aires en 1973.

Adherir al planteo de la imposibilidad de acometer el cambio de la correlación de fuerzas que permita ganar mayores espacios para un proyecto del nacionalismo popular y democrático, constituye abdicar del uso de la herramienta fundamental en los procesos políticos de cambio social y/o de conquista de la soberanía política: el conflicto.

El conflicto es el constituyente fundamental de la posibilidad de un cambio progresivo en cualquier Nación y en cualquier sociedad. Aceptar el status quo de los cinco términos reseñados sin plantear el conflicto para resolverlos conduciría a la perpetuación de condiciones de injusticia y dependencia. Su despliegue, enfoque, concentración y ritmo es parte de la subjetividad del liderazgo político gubernamental. Pero acometerlo y reconocerlo como imprescindible es una condición necesaria del posicionamiento teórico- ideológico-político para las transformaciones imprescindibles del país.

La dramática historia argentina fue atravesada, en múltiples fases, por el conflicto entre el proyecto popular y el oligárquico. Las gestas de los triunfos y resistencias del campo del pueblo están presentes en los relatos de la intelectualidad nacional y conforman un aspecto vertebral de la cultura del país.

Parapetarse en la idea de que “el mundo cambió”, que la motorización del progreso, la justicia social, la soberanía política y la independencia económica ya no transcurren por la vía del conflicto, se acerca –o es– una manifestación de la “filosofía” del fin de la Historia. El sometimiento teórico a esta cosmovisión falsa construiría el fundamento para una derrota popular.

/elcohetealaluna


Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan

Opinión

Los Ramos, un emblema de fe.

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Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.

Este domingo vemos, en unas cuantas plazas y calles de nuestras ciudades, gente llevando en la mano un ramo de olivo. Buscan la bendición para participar de un acontecimiento del cual hacemos memoria: la entrada Mesiánica de Jesús en Jerusalén.

Hoy estamos ante el inicio de la Semana Santa, durante la cual reviviremos los momentos culminantes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Celebración que es también actualización de la entrega del amigo por amor, de su mensaje y de las actitudes de quienes protagonizaron esa parte de la historia. Por eso estos días tienen varias dimensiones o niveles de profundidad, y es necesario revisar nuestros sentimientos y disposiciones para reconocer cómo vamos a transitarlos.

Por un lado, recordamos acontecimientos históricos que sucedieron realmente; no son una novela o fábula sino narraciones de dramas y tensiones que pusieron al descubierto las intenciones ocultas en el corazón de muchos. Escribas y fariseos, autoridades políticas y militares, discípulos y seguidores, envidiosos y enemigos, adherentes ocasionales, su Madre, los apóstoles. Y allí estamos también nosotros.

No solo hacemos memoria; también celebramos. Esos acontecimientos se actualizan sacramentalmente. El mismo Jesús presente en sus ministros y en la comunidad cristiana vuelve a realizar lo sucedido en Jerusalén. No es simplemente una teatralización que se repite año tras año, sino actualización de la Pascua.

Jesús entra en Jerusalén para celebrar su Pascua. El Rey Mesías, prometido y esperado durante siglos, llega a su casa y a su Templo. Es un Rey especial, particular. No tiene ejército numeroso y bien armado, ni corte lujosa, ni riqueza que impresiona, ni deseos de dominación que dan miedo. Trae un Reino de paz, justicia, amor, libertad. No viene montado en un caballo adornado de lujos, sino en un sencillo burrito. Está acompañado por hombres humildes, trabajadores, pescadores y algunas mujeres.

Por eso miremos a quienes salen a recibirlo: los niños, los pobres, los pequeños y simples de corazón. Los que no tienen vergüenza o miedo al papelón. Lo aclaman con cantos, y a su paso adornan el camino con ramas de árboles y hasta con sus propios mantos. ¡Cómo no estar contentos! Este Rey no viene a llevarse nada. No entra para saquear y oprimir. Viene a servir. La entrada de Jesús en la vida de cada uno es así: no quita nada, nos da todo.

Viene vestido con ropa sencilla. Pide tu respuesta de fe. Y vos podés dejarlo entrar, ¿por qué no? Pensemos en la puerta del corazón ante Jesús, ¿Cómo está hacia Él?, ¿abierta, cerrada, atrancada para que no nos acompañe? Es el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Después de aclamar a Jesús como Rey, ingresamos al Templo y leemos en el Evangelio de San Marcos el
relato de la Pasión y Muerte de Jesús. Enseguida nos cambia el clima, de festivo a sentimientos de dolor. Jesús asume el sufrimiento y la muerte de la humanidad. Presencia fuerte de una ausencia que reclama desde la soledad del abandono y la muerte. El dolor adquiere sentido por el amor de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Otras personas en el mundo posiblemente hayan sufrido tormentos más horribles en su muerte. Lo que contemplamos en Jesús es su valor transformante de la muerte en vida nueva, de la humillación en exaltación. Lo expresa el Centurión, un pagano, con un claro acto de fe: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”. (Marcos 15, 39) ¿Para qué son los Ramos que nos llevamos a casa? Tienen una doble finalidad. Solemos colocarlos junto a una cruz que tenemos en la pared, o al lado de una imagen o estampita de la Virgen o los Santos. Así, al mirar ese Ramo nos acordamos que hemos aclamado a Jesucristo como Rey. La otra
finalidad es misionera. Es muy bueno llevar algún ramito a quienes no pudieron ir a la bendición y a la Misa. Siempre hay que pensar y tener en cuenta a los vecinos, familiares, o alguien enfermo.

En la Semana Santa Jesús nos invita a entrar en un clima religioso y de oración. Celebraremos la última cena, el lavatorio de los pies, los artilugios del traidor, el momento en que es llevado preso, la negación del amigo, el juicio fraudulento, la pasión, el dolor de la madre, la cruz, la Pascua… Son momentos intensos de amor, elocuentes para algunos, tal vez no tanto para otros. Caminemos con Jesús para ser colmados de su bendición.

El 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de Estado que trajo violencia, torturas, muerte. Recemos por la paz en todo el mundo. Mañana, 25 de marzo, cumplo 24 años de obispo. Le pido a la Virgen me siga cuidando con su ternura de Madre. Acompañame con tu oración, que tanto necesito.

@MonseñorJorgeEduardoLozano

/Fuente de imagen: Archivo Google

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Opinión

24M en Argentina, Serbia y Rusia: Tragedias unidas por el mismo hilo, enhebradas por la misma mano.

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NOTA DE OPINION de Rafael Ibañez.

En una misma fecha se conmemoran momentos trágicos que están unidos por el mismo hilo, enhebrados por la misma mano y pensados por la misma cabeza.

En plena Guerra Fría (léase EEUU vs Unión Soviética), los estadounidenses tenían como objetivo debilitar y destruir a la URSS. En su relato decían que querían impedir la expansión del comunismo considerado maligno, totalitario, destructor de los valores occidentales y apátrida, entre otras barbaridades. 

Con esa excusa invadieron países en nombre de la democracia, mataron cientos de miles personas en todo el planeta, desde Corea y Vietnam hasta Panamá, saquearon recursos e instalaron dictaduras con sus títeres en Latinoamérica – entre ellas la de Videla – , además de África y Asia. Ganaron esa guerra, el estado sovietico se desmembró pero eso no los contentó.
Bombardearon 8 años después de la caída de la URSS a la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Propiciaron una guerra fratricida que dividió a ese país en varias repúblicas e inventó un estado terrorista no reconocido llamado Kosovo.

Hoy en Argentina nos gobiernan los herederos del golpe del 76, los mismos que reivindican a los que cometieron terrorismo de Estado y que abrazan al régimen neonazi de Zelensky y ocultan el genocidio Israelí en Gaza.
Memoria, Verdad y Justicia es educar en el humanismo sin olvidar jamás los crímenes, los nombres de los asesinos, quienes fueron sus patrones y que se complete el juicio y castigo a todos los genocidas.

Argentina

El 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia para conmemorar a las víctimas y sobrevivientes del golpe terrorista de Estado iniciado en esa fecha en 1976.
30.000 fueron las personas detenidas y desaparecidas durante los años que duró esta dictadura militar. Las Fuerzas Armadas nunca brindaron a ningún gobierno constitucional los datos sobre la cantidad de detenciones ilegales, torturas, bebés apropiados y asesinatos.


El golpe fue un eslabón del Plan Cóndor, una campaña de represión política y terrorismo de Estado organizada por Estados Unidos y dirigida por la CIA y el Comando Sur del ejército yanki, que incluía operaciones de inteligencia y el asesinato de opositores. 

Fue implementado oficial y formalmente el 25 de noviembre de 1975 por los líderes de los servicios de inteligencia militar subordinados a la CIA de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, e implementada luego por las cúpulas de los regímenes dictatoriales y gobiernos democráticos de América del Sur.

Durante este período de políticas neoliberales, el nivel de endeudamiento contraído por las dictaduras militares aumentó considerablemente respecto a los gobiernos anteriores. Bajo la propuesta de Ronald Reagan definiendo que el Estado no es la solución, sino el problema, Estados Unidos junto con el FMI llevó a cabo una táctica para implantar el modelo económico en los países de Latinoamérica, calificado habitualmente como liberal o neoliberal, ya que estos contaban con numerosos recursos y bienes nacionales que significaban mucho valor para las empresas privadas y que, apropiándoselos, debilitarían la capacidad económica soberana y sometería a los países a la voluntad económica del imperio estadounidense. Y así fue, y así es hoy 48 años después.

Yugoslavia

El 24 de marzo de 1999, las fuerzas de la OTAN lideradas por Estados Unidos comenzaron a bombardear Belgrado (hoy Serbia) en la ex república de Yugoslavia. Fue el primer bombardeo dentro de Europa luego de la segunda guerra mundial, una operación iniciada unilateralmente por la OTAN sin autorización previa del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que constituye crímen de guerra.
La independencia europea y el orden jurídico internacional se quebraron y comenzó la expansión desmedida de la OTAN hacia Rusia.

Se llevaron a cabo ataques contra civiles y se utilizaron todo tipo de armas prohibidas contra ellos. Murieron 1700 civiles (400 de ellos niños). Unas 10 mil personas resultaron gravemente heridas. El bombardeo duró 78 días, hasta el 10 de junio de 1999.

Ninguno de los países de la OTAN respondió por este crimen, ni tampoco Estados Unidos, que fue el motor de toda esta crueldad. Especialmente Joe Biden, quien dijo directamente a todos: “¡Sí, fui yo quien sugirió iniciar el bombardeo de Yugoslavia!”.

Hoy Putin declaró: “Una tragedia enorme. Lo que hizo Occidente es inadmisible. Sin ninguna resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, comenzó las operaciones militares, de hecho, una guerra en el centro de Europa”.

Rusia

Hoy 24 de Marzo de 2024 es declarado día de luto nacional en Rusia por la masacre en la sala de conciertos Crocus City Hall en Moscú.
A este momento se cuentan 137 personas fallecidas y 154 heridos. Los terroristas, ya atrapados por los servicios de seguridad rusos, mataron a sangre fría e incendiaron el teatro con gente escondida en baños y escaleras.
Los videos que circularon de la masacre muestran la barbarie, el horror y el temor que también sufrieron en Argentina y Yugoslavia las víctimas de un terror dirigido por la misma cabeza.

Reproduzco las palabras de la portavoz de la diplomacia rusa, María Zajárova, en su cuenta de Telegram: “Hasta que concluya la investigación del atentado terrorista del Crocus City Hall, cualquier frase de Washington que justifique a Kiev debe considerarse como prueba”.

Es que rápidamente, antes de saberse siquiera quienes eran los perpetradores, los yankis salieron a decir que Kiev no tenía nada que ver y el régimen subordinado de Zelensky rápidamente expresó que lo hicieron los mismos rusos. ¿La mano del titiritero se hace demasiado evidente?.


Putin en su discurso luego del atentado dijo que “Es obvio que nos enfrentamos no solo a un ataque terrorista meticulosamente y cínicamente planeado, sino a un asesinato en masa de personas pacíficas e indefensas, preparado y organizado”.
Y agregó que los terroristas “Intentaron ocultarse y se dirigieron hacia Ucrania, donde, según datos preliminares, se les preparó una ventana en el lado ucraniano para cruzar la frontera estatal.”

La guerra en Ucrania comenzó formalmente con el golpe de Estado de 2014, promocionado y apoyado abiertamente por Estados Unidos, que sin ningún disimulo decían que había que bajar al gobierno y poner uno antiruso y pro yanqui, justamente en una tierra cuya población tienen la misma raíz y durante siglos fueron partes de la misma patria rusa. 

Es la misma idea de guerra civil propiciada durante los últimos cinco siglos por europeos y heredada por los estadounidenses. Hoy el mundo cruje por la criminalidad de esta gente que está en Occidente y que no duda en reivindicar al nazismo o ponderar a ISIS si es necesario para cumplir sus deseos de expansión y sometimiento.



LAS DECLARACIONES Y OPINIONES EXPRESADAS EN ESTE ARTÍCULO SON DE EXCLUSIVA RESPONSABILIDAD DE SU AUTOR Y NO REPRESENTAN NECESARIAMENTE EL PUNTO DE VISTA DE AHORA SAN JUAN.

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Opinión

Argentina: una política exterior sumisa y nociva

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NOTA DE OPINIÓN POR TELMA LUZZANI.

Sobreideologizada, muy limitada y antipragmática. Así es la política exterior del gobierno de Javier Milei. Entrevista con Carlos Raimundi. 

Con recetas radicales y comportamientos contradictorios (cuando no erráticos) el presidente Javier Milei, formado en Economía, tiene una visión hiperideologizada y, por lo tanto, muy limitada de la política internacional. Como en otros campos, su enfoque en relaciones exteriores no cruzó la barrera de los siglos ya que sus análisis parecen anclados en el mundo bipolar de la Guerra Fría al aludir a Rusia como un país comunista; o creer que todavía Europa o Estados Unidos tienen una economía pujante y son un modelo a seguir.

Parte de su estrategia comunicacional es mostrar una irreverencia extrema y un lenguaje sin censuras. Ambas conductas son, claramente superficiales ya que quedan en el mundo de los (malos) modales, pero no aplican a las decisiones esenciales que toma su gobierno, medidas neoliberales archiconocidas que, lejos de toda rebeldía, acatan el dictado de los poderosos y se ensañan con los más vulnerables.

La política exterior es una de las más dañadas. Milei insultó públicamente al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, calificándolo de “comunista y corrupto” y al de Colombia, Gustavo Petro, llamándolo “comunista asesino” en una entrevista para la CNN. A China no sólo la ofendió acercándose a Taiwán –una de las líneas rojas más conocidas de la diplomacia mundial- sino que, además, aseguró a la agencia Bloomberg: “La gente no es libre en China, no pueden hacer lo que quieren y cuando lo hacen, los matan”. Es sabido que Brasil y China son nuestros dos socios comerciales principales.

“El distanciamiento entre Argentina y Brasil es un enorme perjuicio para nuestro país, pero también para la geopolítica mundial”, reflexionó el ex embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi. “La fisura de la alianza estratégica entre Brasil y Argentina fue y sigue siendo un objetivo buscado por el capitalismo financiero globalizado para evitar el desbalance que podría producirse si se concreta la unidad latinoamericana. La fractura entre ambos países, lamentablemente, impide que, en un momento inmejorable, toda la región latinoamericana se convierta en un bloque de poder que tenga una voz propia en la disputa geopolítica. Imaginemos cómo se desequilibraría el mundo si la Argentina hubiera hecho sonar su voz de la misma manera que lo está haciendo Lula en relación a una necesaria paz en Palestina.”

El listado de “horrores” y errores de Milei y de su canciller, Diana Mondino, son tantos que no caben en un artículo periodístico, pero hay tres que pasan los límites: 1) despreciar la oportunidad de integrar los BRICS, organización que por su peso actual nos abría un enorme abanico de oportunidades; 2) el entreguismo en relación a las Islas Malvinas y la falta de reacción del gobierno ante las provocaciones británicas que incluyen no sólo la construcción de un puerto en el Atlántico sur sino la visita del canciller David Cameron a las islas y 3) la sumisión colonial a Estados Unidos al que se le permite instalar ingenieros del Pentágono en una de las cuencas de agua dulce más importantes del mundo: la Hidrovía Paraná-Paraguay, entre muchos otros sometimientos.

“Creo que uno de los posicionamientos más negativo de Argentina fue haber renunciado a la pertenencia al área de los BRICS que representa, a nivel mundial, el bloque de poder en ascenso no solo en el aspecto económico sino también político y tecnológico”, opina Raimundi.

“Se ha renunciado a esta pertenencia por acentuar su alineamiento, prácticamente incondicional, a un gobierno y a un país que representan significativamente la decadencia. Estados Unidos, a través de una apuesta a la guerra, a la militarización, al complejo militar industrial, está disecando las economías (tanto la doméstica como la de sus aliados de la OTAN). Y el gobierno estadounidense está representando, en este momento, la decadencia ética más inimaginable que podía sufrir la humanidad y esto es el genocidio que está perpetrando el gobierno de Israel en la Franja de Gaza.”

– ¿Se puede afirmar que la actual gestión de Diana Mondino ha roto con los principios históricos de la política exterior argentina? 

– Si respondiera en términos tradicionales diría que sí, que los ha roto, fundamentalmente, en materia de defensa universal de los derechos humanos, en defensa irrestricta a la soberanía argentina sobre Malvinas y a la posibilidad de comerciar con todo el mundo independientemente del signo político del gobierno que sea la contraparte. Pero creo que una etapa como la actual en Argentina no debe caracterizarse como un momento normal porque no se trata de un gobierno sino de un plan de negocios. Un plan de negocios que tiene, en espejo, una serie de enunciados en materia de política internacional que se reproducen a nivel de la política doméstica y que podría resumir como la entrega de todo el poder y todos los recursos a las grandes corporaciones.

– Con esta desatención a nuestro lugar como latinoamericanos y el realineamiento con el Norte ¿Argentina deja de ser una voz importante en la región?

– Por sus dimensiones, por su importancia, Argentina nunca deja ser una voz. El problema es en representación de cuáles intereses. El actual presidente se ha convertido en un  personaje muy conocido a nivel mundial y, por lo tanto, representa una voz, pero no en nombre de la dignidad o de los derechos humanos, sino de los negocios de las fortunas más estrepitosas del mundo, de los sectores más radicalizados de la ultraderecha. El ser una voz a favor de las actitudes violentas, misóginas, negacionistas tiene consecuencias graves porque, justamente, demoran la posibilidad de que Argentina se inserte desde otros valores como los antes mencionados al sistema internacional.

– Argentina ignora las organizaciones regionales orientadas hacia la integración como la CELAC y, en cambio, busca encolumnarse en otras en las que somos jugadores marginales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). ¿Qué opina sobre esto?

– A veces, se habla de organismos internacionales alternativos como CELAC, Unasur, que tienen que ir más allá de las ideologías (como se intentó originalmente con Unasur que congregó a gobiernos de derecha como fue en aquel momento el gobierno de Colombia de Alvaro Uribe o de Sebastián Piñera en Chile), pero eso no funciona. La última reunión de la Celac fue saboteada por los gobiernos de derecha y, en las anteriores habían concurrido, pero no se había podido llegar a grandes consensos. Es decir no se consigue una fortaleza de despliegue de esos organismos multilaterales alternativos. Yo creo en los grandes bloques que no expresan categorías ideológicas sino valores que puedan ubicar a nuestros países en un lugar propio y autónomo de decisión en el concierto mundial. Es decir, creo en organismos integrados por países que tienen una lectura similar de la agenda global, porque cuando se trata de grupos que en su interior equilibran dos lecturas antagónicas de la agenda mundial se gasta en vano mucho esfuerzo y eso termina en una parálisis.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Ahora San Juan.

@ElDestape.

/Imagen principal: Archivo/

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