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Sociedad Relatos de Vida

Norma, autora sanjuanina. La escritura como forma de salvación.

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Norma Beatriz Bonilla, vecina de 9 de julio. Trabaja en OSSE en su departamento, va y viene en bicicleta todos los días. Tiene 59 años, muy bien llevados porque aparenta menos. Es escritora, con un nuevo libro a punto de ser presentado. Con motivo de la Feria Provincial de la Cultura y el Libro de San Juan que se celebra este fin de semana en Rawson, desde Ahora San Juan nos acercamos a hablar con ella. Conversamos sobre su infancia en los parrales, la escritura, salud mental y resiliencia. Este sábado Norma presentará el libro “Cuatro letras distintas”.

Por Antonio Morente.

Hace 40 años que vive en 9 de Julio. Sus padres eran ambos trabajadores rurales. Durante años se estuvieron mudando de finca en finca según el trabajo, hasta que el IPV les concede una casa y se instalan en lo que es la villa de 9 de Julio. Su papá siguió trabajando también, sobre todo en los parrales. Norma recuerda estar desde muy niña acompañando a sus padres, desde chiquitos ella y sus hermanos trabajando en la viña: Mis padres eran cosechadores y nosotros íbamos a estar ahí en el parral. Desde muy chicos sabíamos lo que era el trabajo rural. Mi mamá nos llevaba yerbeado y pan mientras todos cosechábamos”, reconoce que era una vida muy sacrificada. Incluso los primeros días de escuela no nos podían mandar porque era la cosecha y no tenían como llevarnos, y la cosecha era para comprarnos los útiles, las zapatillas, los cuadernos, la ropa… Se tenía que trabajar sí o sí. Norma aprendió desde la cuna casi la importancia del trabajo honrado y el esfuerzo.

El padre de Norma fue un trabajador incansable, alguien muy querido por sus amigos y vecinos. “Mi papá trabajó en una finca hasta los 84 años” nos cuenta, “siempre muy reconocido en la villa por su trabajo, por ser un hombre de lucha. Falleció con 87 así que estuvo solo tres años sin trabajar”, se acuerda con orgullo Norma. Tal es así, que después de su muerte, su último patrón le puso su nombre a un callejón en la finca. Un reconocimiento con todo el cariño y el respeto.

A pesar de parecer una infancia dura, no es del todo así. Nuestra escritora rescata los buenos valores que aprendió y relata que: “a pesar de todas las carencias materiales, había otra cosa. En mi casa había armonía, no había violencia, no había discusiones. Mis padres laburaban a la par, nosotros íbamos aprendiendo el oficio. Una vida con muchas carencias, pero a la vez con mucho amor y con todas esas cosas que son invaluables”.

La primaria la cursó en la escuela Patricia Mendocina, en el Médano de Oro, ya que en ese momento su papá trabajaba en una finca cercana. Guarda recuerdos hermosos de esa escuela, sobre todo de un maestro en tercer grado: el maestro Luna, “ese hombre los días jueves nos contaba una fábula, y nosotros teníamos que hacer una redacción de lo que habíamos entendido. Para mí era muy importante ese día, lo esperaba con muchas ansias. Porque mientras él nos leía el cuento o la fábula, yo paseaba por los lugares que él nos describía” nos cuenta Norma emocionada. “Yo creo que ese maestro puso una semillita en mí, para poder escribir, para que muchos años después me dedicará a escribir”.

El maestro le inculcó dos grandes pasiones, el de las narraciones y el de la escritura. Ella pide si alguien puede saber qué fue la vida de el maestro Luna, quisiera ponerse en contacto con él o con alguien de su familia para agradecerles, dado que le regalaron el amor a la escritura.

“Como nosotros éramos trabajadores rurales, salimos de la primaria y nos fuimos a trabajar al parral, no hicimos el secundario”, explica la escritora sanjuanina. Años después, mientras Norma trabajaba en una fábrica, una amiga la invita a que se anime a hacer el secundario en el colegio nocturno de Caucete. Toda una odisea, por la falta de transporte desde su casa. También suponía un esfuerzo económico enorme. Aún así, ella la peleó y lo sacó en tiempo récord. Después, Norma quería seguir estudiando. Le interesaba Psicología, pero en aquel momento se estudiaba en la Universidad Católica y no era algo que pudiesen permitirse. Buscó algo que tuviese que ver con lo social, porque siempre sintió esa inquietud: “siempre sentí que en la sociedad tenía preguntas sin respuesta”.

Así es como terminó estudiando Sociología. Se aplicó a ello con todo su esfuerzo y dedicación, solamente le faltaron unas pocas materias para recibirse. Como ha hecho con todo en su vida, tomó lo que aprendió para incorporarlo a lo que ama: “yo siento que mi escritura tiene mucho de sociológico, de esa mirada”, explica.

Norma siempre ha escrito, en cuadernos, en hojas sueltas, en los márgenes de las páginas de los libros… Hasta que llega un momento que lo comienza a hacer de una manera más formal. Después de la muerte de su madre, hará casi veinte años, a ella le cuesta mucho elaborar el duelo. Su mamá murió de un infarto, repentinamente. Norma sufre mucho, se deprime. Llega hasta a pasar por varios episodios de ataques de pánico, lo que la lleva a que se encierre más en sí misma. Cualquiera que los haya sufrido sabe que los ataques de pánico nos empujan a aislarnos más del mundo, por mera supervivencia nos obliga a intentar protegernos. Esto hace que tampoco pueda continuar con la carrera en la facultad. Es en esos momentos cuando Norma se ve sola en su habitación, tiene la computadora y poco más. Así que empieza con un dedo a formar palabras, de a poco. La escritura me sirvió para hacer catarsis”, explica que de esa forma encontró algo que le hacía bien. Es ahí que la semilla que plantó el maestro Luna brota con toda su fuerza: “la escritura en mí se desarrolló después de la muerte de mi madre, por eso creo que la escritura es sanadora.

Nuestra autora arranca describiendo un paisaje, le va agregando cosas. Después le inventa una persona que está ahí, a la cual de a poco le va incorporando hechos que le ocurren. Sin darse cuenta casi termina conformando al personaje de Leonor. Se anima a empezar a leerle a sus amigas lo que va escribiendo, y a ellas les gusta, se interesan. Incluso cuando hablan por teléfono, después de hablar de sus cosas le preguntan: “¿qué paso con Leonor?, ¿cómo le va, que ha hecho?”. Se va generando un texto que según la escritora “es individual, pero tiene mucho de colectivo”. Cuando Norma va por la calle y se encuentra con las historias de otras mujeres, de alguna forma también las incorpora a sus personajes. Ella en la facultad trabajó bastante en la parte de los estudios de género, por lo que dice que su escritura parte mucho de ahí, de la mujer. Iba incorporando esas historias de mujeres a su texto, y así es como se desarrolló “Entre rosas y espinas”. Terminaría siendo una novela que años después publicaría, lo que ella no podía ni imaginar.

Resiliencia es una de las grandes cualidades de Norma. Si la muerte de su mamá la lleva a escribir para poder sanar, años después cuando llega la muerte de su padre ella se dice que no le puede pasar lo mismo, que ha de hacer algo. Entonces es cuando la escritura da ese gran paso de pasar de una esfera individual a intentar que sea algo compartido. Una amiga le recomienda un taller de escritura, y nuestra autora se esfuerza en ir. Con toda la tristeza por su papá va, “todo me deslumbraba, eran un montón de emociones. Al principio no hablaba mucho y los demás no entendían porque era tan tímida, hasta que supieron de la muerte de mi padre y me pudieron comprender”. El lugar se llamaba “El Colectivo Integrador”. Le parecía un mundo nuevo, y subraya Norma que eso es también porque su departamento termina quedando olvidado para ese tipo de actividades culturales.

En el Colectivo le proponen a Norma participar con algún texto suyo en un audiolibro. Ella quiere, pero la ansiedad, los ataques de pánico se juntan con el miedo escénico y está a punto de renunciar. Entonces, con una valentía tremenda se sobrepone y continúa. Los que hayan transitado por este tipo de sufrimientos sabrán que en hechos que pueden parecer pequeños vistos desde fuera, es donde se juega todo y se requiere de una valentía heroica para continuar. Ella lo consigue y el audiolibro es todo un éxito, le abre un mundo nuevo. Van a un montón de lugares a presentarlo. “Todo lo que escribía me parecía feo, creía que no iba a gustar. Esto me demostró lo contrario, cambio mi perspectiva”.

Ese año en el taller se habló de intentar escribir un libro, Norma recordó que tenía algo escrito y retomó el texto de Leonor. Ahí es cuando la novela encuentra su vía para salir al mundo. Con el tiempo ha ido participando en distintas Antologías, con otros colectivos y continuando sus propios textos. Ha participado en diferentes espacios leyendo sus escritos e incluso ha viajado mucho a presentaciones o ferias del libro.

Este próximo sábado 15 de octubre estará en la Feria Provincial de la Cultura y el Libro de San Juan presentando su nuevo libro. Se trata de una Antología escrita por otros tres autores: “Cuatro Tintas distintas”, siendo dos de ellos chilenos y dos sanjuaninos. Invitamos a todo aquel que pueda a acercarse a escuchar a Norma y a sus compañeros.

La escritura ha sido para mí una forma de salvarme de la locura” sentencia la autora sanjuanina, “es sanadora”. Además de en los momentos de duelo, se acuerda de cuando a los 19 años le diagnosticaron diabetes “llevo casi toda mi vida inyectándome insulina para vivir, siendo muy joven me enfrenté a tener ciertas limitaciones. En ese aspecto la escritura también me ayudó a mantenerme ocupada y por eso digo que es curativa en todos los aspectos de mi vida”.

Como vecina del departamento de 9 de Julio, ella quiere recordar que aparte de en la Capital hay muchas personas con inquietudes y con mucho talento. A los que las actividades culturales o oportunidades no llegan, o se les hace casi imposible poder disfrutarlas. “Hay muchos jóvenes con talento en los departamentos alejados, no pueden quedar olvidados” denuncia nuestra protagonista de hoy.

También quiere dejar claro que escribir para ella es una forma de no estar nunca sola, que le permite también “amortiguar todos los dolores de la vida”. Porque como dice Norma: con la escritura vos podés soñar, viajar, construir, crear personas”.

Gracias a su maestro y al don que tiene de que las palabras fluyan llenando páginas, Norma no deja de escribir. Y tal como aprendió del esfuerzo de sus padres, ahora sigue trabajando para darle estructura a todo ese torrente de palabras que, ojalá para todos los que amamos la literatura, no cese nunca.

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Piloto le propone casamiento a su novia en el lanzamiento del Safari.

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Surgió el amor en Valle Fértil, exactamente en la simbólica largada del evento deportivo Safari Tras la Sierra. Las imagenes se viralizaron rapidamente.

El Safari Tras la Sierra reune afisionados y turistas no solo de San Juan,sino tambien de todo el país y otros paises, miles de personas llegan a la majestuasidad del rio de Valle Fértil para disfrutar los dias de este evento deportivo.

Frente a todas estas miles de personas el piloto sanjuanino Javier Marcial se arrodillo frente a su enamorada, Johana Contreras, para proponerle casamiento.

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“La profe”: Romina, la multifacética sanjuanina que reluce desde lo educativo y lingüístico hasta lo cultural y artístico.

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Todos los 17 de septiembre es celebrado el Día del Profesor en nuestro país y la conmemoración nace para ensalzar la labor de los docentes encargados de la educación secundaria y superior. La fecha supone un homenaje a la figura de José Manuel Estrada, un reconocido escritor e intelectual argentino que destacó por su gran dedicación y compromiso en la labor de profesor. Desde Ahora San Juan destacamos el relato de vida de la profe Romina.

Romina Pereyra, es una joven que tiene más de una disciplina que la apasiona en la vida. Comenzó siendo Profesora de Educación Física, es intérprete de lengua de señas hace más de una década, y luego se recibió de Profesora de Teatro, al mismo tiempo que practica la actuación en variados personajes y en distintas puestas. Desde Ahora San Juan hablamos con ella, para conocer acerca de estas vocaciones y de su amor por cada una de ellas.

En muchas etapas de nuestras vidas se nos intenta encasillar para una sola actividad o debemos elegir una profesión o vocación. Romina, es un caso muy especial, ella siempre ha hecho y hace todo lo que su corazón le demanda y lo que ha podido cumplir. Es una gran hacedora de sueños, que lucha por ellos. Simpática, organizada, sencilla y sobre todo una buena aprendiz y maestra.

Tiene 39 años, y nos cuenta cómo se fueron relacionando sus carreras y hobbies. ‘’En mi residencia de Eduación Física teníamos una parte, que era la de educación especial, en ese momento se llamaba así, y mi residencia me toca en la Escuela Bilingue de San Juan. Cuando llego a mis primeras observaciones de las clases, me encuentro con un mundo que yo desconocía totalmente, para todo se comunicaban con señas. Me toca el nivel inicial de la escuela y estaba frustrada, angustiada. Yo era la única en la escuela que no sabía señas y no me podía comunicar con quienes iban a ser mis alumnos por un buen tiempo‘’.

‘’El profe de ese entonces, Guillermo Basañez, nos calmó y nos dijo que ya ibamos a aprender. Me pasó las señas básicas para ir aprendiendo a comunicarme y comenzar con las intervenciones de a poquito porque esa era la estructura: observaciones de clases, intervenciones y en un tiempo más daba la clase completa para los chicos‘’.

‘’Comencé a aprender las primeras señas y después busque dónde estudiar porque me encanto. Vi la inmediatez de la comunicación, la repuesta de los chicos. Me enamore de la lengua de señas en esa instancia de mi carrera y comencé e estudiar en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de San Juan cumpliendo con los tres años de estudio. Hasta el día de hoy, me desempeño como profe y como interpréte y año a año me voy actualizando en cuanto a las señas porque van cambiando, incluso con la Pandemia, se agregaron muchas y se van actualizando‘’. Así es cómo nuestra protagonista, logra unir dos de sus grandes pasiones en una sola actividad, tan motivadora como desafiante.

Romina, se recibió de Profesora de Eduación Física en el 2007, trabajó en gimnasios, como profe de pilates y en escuelas estatales. Pero nos dice que tiene una preferencia muy particular que la une con los más pequeños.‘’Trabaje con una franja etaria bastante amplia, pero lo que más me gusta es trabajar con los chicos de primaria. En este momento y desde hace siete años, trabajo en la escuela Timoteo Maradona, en Rivadavia, con chicos desde primer año hasta sexto de la primaria.Siempre cuento que soy una afortunada de trabajar de lo que me gusta, porque amo trabajar con los niños que tienen, para mí, una energía muy especial‘’.

Lo más curioso de esta nota es saber cómo siguió sumando aprendizajes. ‘’Y lo de Teatro tiene que ver con lengua de señas, porque en el estudio de esta lengua, me hice amiga de un joven sordo y el quería estudiar teatro y no podía hacer ningún taller porque no tenía quién lo acompañase, entonces me pregunta si lo quería acompañar y comenzamos en un taller de Marcelo Meyer, que es un genio, no tuvo ningún inconveniente con que estuvieramos los dos y comencé de intérprete y me quedé como alumna. Y así empecé con esta locura del teatro”, expresó la profe.

‘’En el 2017, cuando se abre la carrera, se me ocurrió empezar para incorporar herramientas nuevas a mi carrera de docente. En lo que es Teatro, me ayudó mucho, coseché amistades muy bonitas y me abrió la cabeza, amplie mi mirada.

Y trabajo a veces como actriz también, he actuado en la Fiesta del Sol, en obras independientes, en musicales y creo que es otra cosa más para agradecer a Dios, al universo o a lo que cada uno crea‘’, nos dijo Romina.

Hay dos Fiestas del Sol que han marcado la vida de Romi, una fue ‘’Sueños de Libertad‘’ y la otra fue ‘’Evolución‘’ en la que tuvo un co-protagonico en el que actúo de mamá de un niño y considera que los personajes que les tocaron, tenían una magia muy especial.

Y a nivel nacional, tuvo una participación con una cantante de opera, Claudia Lepez, que hizó la presentación de su libro de canciones de cuna. Se combinó la interpretación teatral y la lengua de señas.

En el 2021, el prestigioso Teatro Nacional Cervantes, a través de su programa Cervantes Educación, lanzó una convocatoria abierta a personas sordas y oyentes de todo el país para su “1er Laboratorio de Actuación. Lengua de señas en escena”, y Romina no dudó en presentarse.

El proceso de postulación, que constó de tres instancias evaluadas por gente experimentada en estos campos, no era sencillo.Romina Pereyra se convirtió en la única sanjuanina dentro de un seleccionado nacional de 20 nombres (pares de Corrientes, Jujuy, San Luis, Buenos Aires, Santa Fe, Catamarca, Tierra del Fuego, Córdoba y Chaco).

Quienes la conocen, pueden definir a nuestra protagonista como empática, apasionada, detallista y muy sociable, es que dónde va deja una huella imborrable. Hoy, se encuentra pasando uno de los momentos más díficiles de su vida: la pérdida de su papá, un papá presente que marcó y forma parte aún hoy de lo que es ella como persona.

Y aún así, en la amabilidad que la caracteriza cuando le preguntamos acerca de sus próximos proyectos, no dudó en respondernos que va a seguir avanzando a pesar de que ahora le cueste pensar en algo por la situación que esta atravesando junto a su mamá, pero que en un futuro próximo desea aprender la técnica de clown y danza-teatro. ” Y un gran sueño pendiente es llevar la lengua de señas al teatro para incluir a la comunidad sorda. Son las dos cosas que me gustaría fusionar y con todas estas herramientas mejorar mi profesión de docente”, nos comentó.

Romina ha logrado mezclar su vocación profesional con sus pasiones y habilidades, sus deseos de desarrollo personal que le han permitido cambiar su mirada en todos los sentidos y también ser una profesora inclusiva. Ella se define como una persona que persigue sus sueños, que insiste para concretarlos y que es muy organizada y calma para lograrlos.

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El guardián de libros en San Juan. Ricardo Aguilera, bibliotecario de corazón.

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Hoy, 13 de septiembre es el Día del Bibliotecario, para felicitar a todos aquellos que realizan la noble labor de trabajar con nuestros libros, es que retomamos el relato de vida que realizamos a Ricardo, uno de los grandes bibliotecarios que tenemos en San Juan.

Una biblioteca es pilar fundamental para el saber y la cultura de un lugar. Y detrás de una buena biblioteca siempre hay un buen bibliotecario. Los sanjuaninos tenemos ambas cosas por suerte. Desde Ahora San Juan nos acercamos a hablar con Ricardo Aguilera, bibliotecario desde hace más de un cuarto de siglo en la Biblioteca Franklin, la biblioteca popular más antigua de América del Sur.

Ricardo lleva desde el año 1995 trabajando en la Biblioteca Franklin. Veintisiete años, que se dice pronto. La vida entre libros. Bibliotecario es una profesión que no siempre es justamente valorada, pero fundamental para el sostenimiento cultural. Una biblioteca requiere de un gran trabajo humano del que nos beneficiamos todos, Charles Medawar hacía referencia a esto cuando decía: “Los bibliotecarios son casi siempre muy útiles y a menudo casi absurdamente bien informados. Sus habilidades son probablemente muy subestimadas y en gran medida subempleadas”.

Ricardo nació en Las Flores, localidad de Iglesia. Allá empezaron a crear una biblioteca popular.  A Ricardo le quedaba cerca de su casa: “cómo no había nadie que la atendiera, me preguntaron y la atendí yo” nos cuenta. Sin nada, el presidente iba buscando, y con las donaciones que recibieron pudieron empezar con la biblioteca. Poco a poco fueron avanzando y se trasladaron de una piecita a un local más grande, donde es hoy es la Biblioteca de Las Flores, construyeron algunas estanterías e iban creciendo. Les habían donado el terreno, “todo con base a donaciones, todo era trabajo voluntariado de todo el mundo” subraya Ricardo.

“Allá, cuando te conocen, te van a buscar a tu casa hasta los días domingo para que les prestes un libro”, recuerda. Y así, un domingo llega a su casa la Directora de la Biblioteca de la Provincia, estaban censado las bibliotecas populares. Ricardo le muestra la biblioteca y el trabajo que venían haciendo. La Directora le cuenta que existe la carrera y lo anima a estudiarla. El joven se entusiasma, lo habla con sus padres y se viene a San Juan a anotarse para estudiar para Bibliotecario Nacional, hoy Bibliotecología. La Biblioteca de Las Flores no disponía de fondos para pagarle un sueldo, pero haciendo un esfuerzo el Presidente ayudaba cuando podían para pagarle algún pasaje para venir a la Capital.

Ricardo empieza a cursar a distancia. Le resulta complicado. Hay un choque cultural grande en cómo se estudiaba en Las Flores y pasar a la Capital al Colegio Superior Sarmiento. Al segundo año ya se queda en la Capital para seguir con sus estudios. Se esfuerza mucho y llega a formar parte del cuerpo de bandera. No solo eso, sino que de su promoción fue el mejor promedio. Lo que le otorga un premio por parte del Colegio de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina, y el viaje a Buenos Aires para recibirlo.

La residencia la realiza en la biblioteca de la Alianza Francesa. Posteriormente a eso, comienza a trabajar en la biblioteca Camilo Rojo. No podían pagarle mucho, “el problema de todas las bibliotecas populares es los fondos”, dice. A veces juntaba un poco más saliendo a cobrar las cuotas a los socios. Es poco tiempo después que consigue entrar en la Biblioteca Franklin, la cual era muy distinta a lo que es hoy.

Empezó como bibliotecario, pero además entre los años 2000 y 2004 fue Vicedirector. Fue una experiencia, reconoce. Aunque después de cuatro años prefirió seguir con su oficio. En el año 2011 lo becan para viajar a Estados Unidos. A través del Departamento de Estado y el Instituto de Educación de EE.UU. lo becan para el programa Bibliotecas y Museos como recursos comunitarios. Primero a visitar la Biblioteca del Congreso en Washington. No solo eso, sino que después visitó otras ciudades con sus respectivas bibliotecas: Kansas, Cincinnati, Wyoming y terminando en Los Ángeles. “Las bibliotecas eran enormes, hermosas. Muy limpias, pero excepto la de Los Ángeles, una biblioteca pública en un barrio chino, en ninguna vi a la gente como acá, estudiando”.

Ricardo es honesto, confiesa que no es un devorador de libros, pero sí que se preocupa en saber de todo lo que puede. Es imposible que hubiese leído todos los libros de la biblioteca, pero si tiene una idea sobre qué trata cada uno, como para poder aconsejar a todo aquel que venga a la Franklin, ya que como decía Borges: “ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo modesto y silencioso, el arte de la crítica”.

La Biblioteca Franklin es la biblioteca popular más antigua de Sudamérica. Fundada por Sarmiento en 1866. Son más de 150 años abierta, sin perder ese carácter popular. Con todas las dificultades que ello implica, pero ha podido mantenerse gracias a la labor de personas como Ricardo, que entienden la importancia que tiene para la cultura de San Juan el que una gran biblioteca siga funcionando. Desde que él entro la biblioteca también ha ido cambiando. En el año 2004 finalizaron las obras de remodelación. La Franklin se ha ido acompasando a los tiempos y a las nuevas tecnologías, con las tareas de digitalización y el paso de un servicio tradicional al de biblioteca híbrida, integrando lo físico con lo electrónico.

Hoy cuenta con un gran número de servicios, que pueden consultarse a través de su página web (http://bibliotecafranklin.org.ar/) además de contar con unos 80.000 volúmenes. Hacerse socio es bastante sencillo, la cuota es trimestral y mínima. Tristemente, hoy en día, el libro en nuestro país tiene un precio que acerca la lectura a casi producto de lujo. Para un argentino comprar libros es algo prohibitivo, puesto que no se entiende como una necesidad básica y no hay ningún interés en que leamos y pensemos por nosotros mismos. Gracias al trabajo de personas como Ricardo y sus compañeros existe la Biblioteca Franklin y tenemos la oportunidad de poder leer, expandir nuestros horizontes y generar un pensamiento crítico. Para que se hagan una idea: con lo que sale la cuota de un año entero no alcanza casi ni para comprar un libro nuevo. La biblioteca ofrece todos los libros que uno sea capaz de leer en ese año.

La lucha de una biblioteca popular por mantenerse es ininterrumpida, depende de varios factores. No siempre es fácil, sobre todo si cuenta con empleados. Tal como señala Ricardo, “es lindo crear cosas nuevas, pero después hay que mantenerlas”.

De lunes a sábado uno puede acercarse por la Franklin. Allá estará Ricardo y sus compañeros trabajando. La sala suele estar llena de jóvenes estudiando y simultáneamente los diversos talleres que ofrecen, desde el rincón infantil, ajedrez, teatro, club de lectura, etc. Es un claro de luz en pleno centro sanjuanino. “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”, volviendo a citar a Borges. Nosotros tenemos el nuestro, gracias a Ricardo y muchos otros como él. Ya que, si las bibliotecas son un tipo de Paraíso, Ricardo vendría a ser uno de esos ángeles guardianes.

Tal vez, la profesión de bibliotecario no sea la más deslumbrante hoy en día para nuestra sociedad a simple vista. Al contrario de esto, es una de las más valiosas y necesarias. Por último, los dejamos con la defensa de los bibliotecarios de Umberto Eco: “El libro es una criatura frágil, se desgasta con el tiempo, teme a los roedores, resiste mal la intemperie y sufre cuando cae en manos inexpertas… Por tanto, el bibliotecario los defiende no solo de los hombres sino también de la naturaleza, y consagra su vida contra las fuerzas del olvido, que es enemigo de la verdad”.

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