Ahora San Juan tuvo el placer de conocer a una gran sanjuanina. Todo aquel que alguna vez se la cruzó recuerda su creatividad, alegría y poder de resiliencia. Marití Martín, una mujer difícil de encasillar , ya que podría ser denominada como polifacética… sin embargo con el don de compartir conocimiento con otros la llevan a dedicarse a la docencia en distintos aspectos. De San Juan a España, dejando huella.

Algo que marcó la carrera profesional de esta licenciada en Artes Visuales, egresada de la Universidad Nacional de San Juan, fue su experiencia como docente en el Plan Mejora en el que se desempeñó como decente en una escuela albergue en Sierra de Chavez, Valle Fertil.
El Plan Mejora pretendía llevar asignaturas que los estudiantes de escuelas rurales no tenían, tales como ingles, arte, teatro, música, informática. «En las escuelas rurales, como en la que yo estuve, a los estudiantes se les da materias básicas como Lengua y Matemática, y algo, pero muy poco, de gegrafía, historia. Yo di Teatro e ingles».

Contando sus incios en la docencia, Marití recuerda que «Yo había hecho teatro, entonces hice una capacitación docente y empecé a dar teatro y expresión corporal en inglés en un instituto en el 2006, así empecé a incursionar en la docencia, allí estuve trabajando 11 años». Aquellos primeros pasos que la llevarían a tener un trabajo que dejaría grabados momentos para siempre en su vida y en la de quienes fueron sus estudiantes.

La polifacética mujer inció en el Plan Mejora por recomendación de una colega «presenté el Curriculum y quedé». «Este es un trabajo que no es para cualquiera, no era consciente de todo lo que significaba, me dijeron “mirá que es lejos, mirá que tenemos que ir a la sierra” y yo sólo decía “qué lindo, qué lindo”. Tenía otros trabajos en la ciudad, entonces tuve que coordinar para que buscaran reemplazante», así emprendió viaje.
La escuelas de las sierras, como muchas escuelas rurales, tienen un funcionamiento de «Escuela Albergue», es decir que estudiantes y docentes, como personal no docente, conviven en la institucion durante un periodo y luego regresan a sus hogares.

«La mayoría de los estudiantes viven cerca en la sierra pero esa cercanía es diferente a la que uno supone en la ciudad. Son bastantes kilómetros que tienen que hacerse caminando. No se puede pensar en “llegar a las 8 de la mañana y me voy a las 12 del mediodía” como suele ser en la mayoría de las escuelas primarias. Es un sistema de escuela albergue, donde los chicos conviven ahí, se quedan a dormir. El director suele ser, también, un maestro y algunas maestras/os y los celadores que tienen varias funciones como portero, cuidadores, cocineros», explica Mariti.

¿Cómo era el llegar hasta la escuela?, le preguntó Ahora San Juan a la docente. «Nos íbamos desde la terminal de San Juan en el colectivo de la noche hasta Valle Fértil. Llegamos alrededor de las 22hs, comíamos un sanguchito y tomábamos una mula ahí, que por lo general había problemas de logística y las mulas no aparecían»

Las mulas merecen un capitulo, o libro entero, en la vida de la docencia rural. «Una señora tenía a las mulas en el lugar, que era de Sierra Elizondo, un chico las bajaba y después las mulas mismas volvían a sus casas». La docente cuenta las mulas normalmente vivian cerca de las escuelas y por eso solo ellas debían «volver a casa», por eso sabían el camino de memoria. Los viajes de entre 7 a 8 horas arriba de la mula eran complicados «el paisaje es hermoso, creo nunca haber visto algo igual. Pero es peligroso, hay partes que es la montaña y el precipicio. Las mulas son el único medio ‘seguro’ para llegar. Ningun vehículo de 4 ruedas puede ingresar, porque el camino lo impide, los burros son animales torpes entonces pueden caer por el precipicio, y los caballos son muy grandes. Una vez me contaron que un docente trató de hacer un circuito de motocross para llegar de San Agustín hasta la escuela, llegó muy cerca; dicen que dejó la moto tirada hasta donde el camino lo dejó y que llegó a la escuela caminando, lo hizo una sola vez por que es riesgoso. En fin, la mula es el único animal que sabe como poner la patita entre las rocas para no caer», afirma Mariti. «Es más, muchos de los directivos de las escuelas en las sierras con sus primero sueldos invertían en comprarse una mula», agrega.

«Apenas llegás la gente te recibe con un amor descomunal, era hermoso, dábamos las clases. Íbamos alrededor de 10 días y convivimos entre todos, dormíamos en las mismas habitaciones, hay una habitación para varones y otra para mujeres», más que un trabajo ir a Sierra de Chávez se convertía en el segundo hogar de todos los que allí compartían 10 días de aprendizaje.

Una imagen queda grabada en la mente de la docente «recuerdo que el último día hicimos un fogon a modo de despedida, los chicos mostraron una obra de teatro que habiamos preparado en esos 10 días, realmente era muy gratificante».
Lamentablemente «en el 2011 agotaron el presupuesto. Empezamos a ir 10 días cada tres meses a Sierra Elizondo, y los niños de las otras sierras se tenían que trasladar hasta Elizondo para que todos juntos tuvieran las clases, así el gobierno no tenía que pagar tantas horas a los docentes. Los estudiantes llegaban por su cuenta, la mayoría caminando y muy pocos contaban con mulas».

Enfermarse, una situación compleja. “En las tres escuelas hay un enfermero que está designado a la zona y vive cerca, tiene la sala cerca. Tiene varios elementos de primeros auxilio, entre las cosas que tienen para los primeros auxilios es una inyección contra la picadura de la víbora cascabel porque hay muchas en la zona. Me contaron que hubo una época en la que se morían muchos niños por la picadura de la cascabel porque no les daba el tiempo para llegar por un antídoto, el veneno es muy fuerte. Estos enfermeros están casi todo el año, hay momentos en los que no hay nadie, pero suele ser siempre. El helicóptero sanitario de la provincia si puede llegar a la zona, cerca de las escuelas aplanaron una zona para que pudiese bajar para casos de extrema necesidad. En ese helicóptero una vez fue el gobernador José Luis Gioja, en aquel entonces fue para inaugurar los paneles solares. También suelen usar el helicóptero para hacer mantenimiento a los paneles solares. El uso es solo para uso gubernamental o de extrema urgencia. Recuerdo que nosotros una vez lo pedimos, porque para nosotros era una urgencia: teníamos que subir a dar clases y no teníamos mulas ni cómo conseguir algo para llegar, el helicóptero estaba ahí libre y lo pedimos y nos dijeron “no, solo en casos extremos”.

Marití recuerda aquellos años trabajando con estudiantes de las sierras en Valle Fértil como unos momentos «maravillosos».
«La sonrisa de los niños cuando llegas, la calidez de la gente, ir en el camino y que las personas te conozcan, te espera y te van dando mates dulces con albahaca, el cariño, el respeto. Tantos niños con ganas de aprender otras cosas, que absorben el aprendizaje, quieren seguir aprendiendo, quieren seguir creciendo y lamentablemente muchas veces se les da tan poco y tan poca importancia, se los ve solo estadísticamente como “ah, pero es una escuela que tiene menos de 10 niños, la tendríamos que cerrar, no es rentable”, se olvidan que son personas, que son niños que aman aprender, quieren conocer qué hay detrás de las sierras», envia como mensaje para recapacitar.

«Otra cosas maravillosa es el clima de trabajo, como convivis se torna muy intenso. Todos comemos lo mismo, nos bañamos en los mismos lugares, dormimos bajo las mismas condiciones, por eso se forma un clima de mucha igualdad, de muchísimo respeto, eso es muy bonito».
«Lo complicado es el tema del acceso, es muy duro llegar hasta allá. El tema de la electricidad, el tener tan poca energía con los paneles solares hace que haya cosas que no se pueden utilizar. Arriba (en la sierra) hay computadoras y la profesora que subía para dar informática no podía dar su materia porque no se podían prender la computadoras por la falta de energía, entonces: ¿qué sentido tiene que el gobierno les dé computadoras/notebooks/netbooks si no lo pueden encender porque no hay energía?. Hay que buscar soluciones un poco más atrás, buscar la raíz del problema, asesorarse un poco más. Cosas básicas, como asegurar el agua caliente», expresa como alguien que lo vivió en carne propia, quien convivió con la comunidad.
A lo que suma: «a nivel docente, te aseguro, muchas veces no tuvimos que ir a dedo desde San Juan Capital hasta Valle Fertil, porque los sueldos los veníamos a ver muchos meses después. Empezamos a trabajar en aquel plan en febrero y el primer sueldo lo recibimos en octubre, llega un momento que no tenés dinero ni para la mula, ni para el pasaje de colectivo, ni para nada. Hay tanta burocracia, tanto trámite, que había que esperar porque era un plan educativo que venía desde Nación, al final pasan demasiados meses para cobrar».

“Siguiendo con mi vida de docente rural, estuve como docente de portugues en la villa cabecera de Iglesia, en el 2017 y 2018, y era una asignatura que habían puesto a prueba por dos años porque había mucho turismo en el lugar y querían probar un idioma nuevo. Estuve durante esos dos años dando clases a chicos de secundaria y luego no renovaron portugues, entonces me quedé sin trabajo. Como también soy profesora de Yoga en ese época me la rebusqué dando clases de esta disciplina», relata como uno de los últimos trabajos que tuvo en San Juan, antes de emprender viaje a su residencia actual: Salamanca-España.

«Tengo una hermana que hace diez años vive en España, específicamente en Salamanca, mi hermana vino por una beca de la UNSJ y luego hizo un doctorado acá y ya se quedó. Mi hermana en el 2019 se casaba, yo tenía unos “ahorrillos” y me pagué el pasaje para venir, solo al casamiento», cuenta como la situación que la llevó a cruzar el océano.

«Estando acá, organizando todo ya para volver (enero 2020) se empezaron a escuchar rumores sobre el coronavirus, se empezaron a suspender algunos vuelos. Ante esa situación, medio alarmada dije “¿qué hago? ¿me vuelvo ya? o ¿empiezo a buscar algún trabajo por si me tengo que quedar?”, conseguí trabajo muy rápido como profesora de Yoga, también daba clases de Arte, de fotografía, manualidades, todo dependiente de la municipalidad de Salamanca, que da clases gratuitas a jubilados. En marzo del 2020 cerraron todo en España y yo me quedé acá, afortunadamente ya tenía trabajo para ese entonces me corresponden ayudas del gobierno y eso hizo que la pandemia en España fuese más llevadera», la pandemia por coronavirus estiraron su estadía y sentaron las bases para su nueva vida.

«Mi pareja, sanjuanino, se iba a venir a España conmigo pero a raíz de la pandemia el viaje se atrasó más de lo esperado y recién llegó a fines del 2020. Durante el 2021 nos instalamos definitivamente acá, nos quedamos embarazados y fuimos papas en diciembre del 2021, muy felices y contentos», finaliza.

