Opinión
Una vida rota pero no perdida

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Cuando nos conocimos con Ezequiel él tenía 26 años de edad, y yo aún no
había cumplido los 60. Estábamos en una reunión con unas 200 personas, y él
nos compartió un relato acerca de su vida y cómo había luchado para llegar a
este momento.
La infancia y adolescencia le resultaron etapas difíciles. La primaria la cursó
en una escuela parroquial a pocas cuadras de la casa. Le costaba la
integración con sus compañeros con quienes se peleaba con mucha
frecuencia; y varias veces le llamaron la atención por faltas al respeto a
docentes y directivos.
En la familia era moneda corriente presenciar discusiones, agresiones físicas
y verbales. Hacinamiento, alcoholismo y promiscuidad generaban un clima
insufrible. Poco se ocupaban de Ezequiel, que arrastraba esos años como una
carga pesada. Estuvo a punto de repetir el año un par de veces, pero lo
hicieron pasar para que no abandonara.
En la secundaria fue a otra escuela, esta vez de gestión estatal. La historia se
repitió con más crudeza todavía. No sé quién abandonó primero; si Ezequiel
decidió dejar o la escuela le soltó la mano. Fue algo mutuo y sin intentos por
buscar soluciones alternativas.
En casa las cosas iban de mal en peor. Él sentía que estaba de más y trataba
de quedarse lo menos posible.
La esquina, la pandilla, el consumo de alcohol y drogas, el delito. Un tobogán
preanunciado. En un momento también dijo chau a “su” casa.
Expulsado de la Escuela y de la familia, su grupo de pertenencia era tóxico
por donde se lo mirara. Se acostumbró a dormir en estaciones de trenes o de
ómnibus, comer mal, sentir frío. Se iban vislumbrando como destino “las 3
C”: calle, cárcel, cementerio. La muerte rondaba a su alrededor.
Cuando tenía 20 años se cruzó en la calle con Jeremías, ex compañero de
consumo de los primeros tiempos. Recordaba que en una noche de frío
Jeremías le había dado su campera como abrigo y ese gesto a Ezequiel le
había quedado grabado. Se saludaron con mucho afecto.
A Ezequiel le llamó la atención la sonrisa de Jeremías, que hacía dos años
había dejado el consumo de drogas. A la vez retomó los estudios y consiguió
unas changas de jardinería. Lo invitó a conocer su “nueva familia” como le
llamaba a la comunidad que le había acompañado en su camino. Ese día Eze
llegó con la vida rota. Sucio, con la salud frágil, sin expectativas, sin presente
ni futuro.
Lo recibió Mariela, trabajadora social y miembro del equipo del Hogar, que
enseguida lo presentó a otros cinco jóvenes que estaban dando la misma
pelea.
Le ofrecieron quedarse aquel día si quería y le dieron unas pocas pautas de
convivencia para esa jornada. Al caer la tarde estaba bañado y con ropa
limpia. Compartió la cena con ellos y se fue. “Mañana te esperamos de
nuevo, depende de vos.” Le había llamado la atención sobre una pared un
cuadro de Jesús Buen Pastor cargando la oveja en sus hombros.
Al concluir su testimonio contó que llevaba seis años en este camino. Me
atrajo su relato y al terminar me acerqué a conversar un rato a solas. Me
contó que su experiencia era como haber conocido el infierno. Lo marcó
mucho su historia familiar de violencia y exclusión.
En la comunidad aprendió el valor del abrazo, la caricia en la cabeza, la mano
en el hombro, la sonrisa. Experimentó la ternura de Jesús Buen Pastor que te
carga en sus hombros sin reproches.
En un momento del diálogo le pregunté si no se había acercado antes a la fe
o a alguna parroquia. Me respondió “yo pensé que Dios a los malos no nos
quería”.
Me dolió mucho esa respuesta, expresión clara de una vivencia concreta. Él
se dio cuenta de mi cara de desagrado, me tomó la mano y me dijo “pero
ahora no tengo dudas de su amor por nosotros; se jugó la vida”.
Muchos jóvenes como Ezequiel y Jeremías salen adelante. Otros cuantos, no.
Pero vale la pena el intento que tantas personas realizan con cariño.
Aun después de varios años de aquel encuentro hay imágenes o expresiones
que me quedan dando vueltas. Hay gente —demasiada gente— que siente
tocar el infierno o estar allí. Un amigo te puede salvar la vida. Ninguna vida
está tan rota para que el amor fracase. Dios envió a Jesús para buenos y
malos, justos e injustos. Hay que recibir la vida como viene. Vos podés hacer
algo por los demás.
En esta semana previa a la Jornada Mundial de los Pobres me vino evocar
esta historia.
Como escribe Francisco en su nueva Encíclica, “Su corazón abierto nos
precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para
poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10).
Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16)” (DN 1).
De lunes a viernes tendremos la Asamblea de los Obispos de la Argentina.
Acompañanos con tu oración.

Opinión
A 49 años, Más que Nunca: Nunca Más!.

NOTA de OPINIÓN por Carlos Ureta
Este 24 de marzo amaneció en san juan como hace 49 años. Nublado, con un frio muy otoñal y con ausencias. Una tétrica sordina de corte de calles y extraños operativos de seguridad que se volverían parte de la cotidianidad provinciana.
Por tercera vez en marzo de 2025 las calles se vieron desbordadas por manifestantes que reclaman los derechos de género, de los jubilados y de la memoria, la verdad y la Justicia.
También hay singularidades, por ejemplo, en este año no hubo acto en la ex-legislatura de San Juan, utilizada como centro de detención y tortura. Se prefirió una módica exposición del archivo de la memoria en el Centro Cívico
Sin embargo por las calles, ríos de manifestantes dicen viva voz que esto está mal, y lo expresan en nombre de las personas personas fueron víctimas de crímenes de lesa humanidad en San Juan. He aquí el listado según la justicia Federal:
- Alcaraz, Francisco Segundo;
- Almeida, Juan Alberto;
- Capella, Jorge Antonio;
- Comas, Oscar Jorge;
- Conca, Alberto Esteban;
- Farías, Nicolás Alberto;
- Fernández, Juan Salvador;
- Fernández, Teódulo;
- Gambetta, Oscar Enrique;
- García, Horacio Aníbal;
- Gómez Mata, Antonio;
- Greiner, Norman Pictor;
- Guilbert, Roberto José;
- Gutiérrez, Juan Antonio;
- Kurbán, Diana Temis;
- Lara, Segismundo;
- Lardies, Vicente Antonio;
- Lerouc, Armando Alfredo;
- Lucero, Eleodoro;
- Lucero, Gustavo Cayetano;
- Mac Donald, Isabel Emilia;
- Martínez, Mario Alfredo;
- Miranda, Miguel Ángel;
- Monlas, Gladys Norma;
- Monlas, Héctor Ramón;
- Mut, José Francisco;
- Navarro, Elsa; Nívoli,
- Marcelo Raúl Victorio;
- Ochoa, Eugenio Ramón;
- Paris, Eloisa Beatriz;
- Pereira, Juan Bernardo;
- Scadding, Alberto Walter;
- Velazco, Enrique Edgardo;
- Vera, Carlos Alberto; y
- Zavala, Hugo Corsino.
- Acosta, Oscar Alfredo;
- Aliaga, Carlos Alberto;
- Arias, Florentino;
- Ávila, Alfredo Rafael;
- Blardone, Luis María;
- Bonil, Jorge Alberto;
- Camus, Margarita Rosa;
- Carvajal, Víctor Eduardo;
- Casado De Nacif, María Josefina;
- Casas, José Nicanor;
- Castillo, Oscar Silverio;
- Cevinelli, Héctor Alberto;
- Correa, Carlos Esteban;
- Correa, Víctor Florencio;
- Díaz, Hilda Delia;
- Domínguez, Carlos Ricardo;
- Fábregas, Edgardo Ramón;
- Frías, Jorge Alfredo;
- Flores, Bernardo;
- Garay, Marcelo Edmundo;
- García De Montero, Ana María;
- García, Víctor Hugo;
- Giménez, Carlos Roberto;
- Gioja, César Ambrosio;
- Gioja, José Luis;
- Gómez, José Willemz;
- Guilbert, Guillermo Jorge;
- Illanes, Daniel;
- Leal, María Cristina
- Lingua, Mario Oscar;
- Martínez, Francisco Leonardo;
- Mazitelli, Vicente Jorge;
- Miranda, Jorge Antonio;
- Monfrinotti, Roberto Guido;
- Montenegro, Mauricio Saturnino;
- Montero, Roberto Orlando;
- Morales, Domingo Eleodoro;
- Nacif, Enrique Horacio;
- Neira, Miguel Ángel;
- Ochoa, Pedro Rodolfo;
- Olivarez, José Luis;
- Olivencia, Daniel
- Pallero, Miguel Juan;
- Pont, Silvia Marina;
- Rave, Guillermo Bernardo;
- Rodrigo, Juan Carlos;
- Rodríguez, Marcelo Mario;
- Rodríguez, Virginia Irene;
- Rossi, Alfredo Ernesto;
- Salgado, Juan Carlos;
- Sánchez, Gladys Ascención;
- Sarasua, Enrique;
- Scadding, José Rolando;
- Scilipotti, Susana Hilda;
- Soria Vega, José Abel;
- Tello, Mario Lucio;
- Tello, Omar Orlando;
- Tinto, José Carlos Alberto;
- Urquiza, Luis Alberto; y
- Zalazar, Federico Hugo.
En nombre de los que esperan por justicia, como los reclamantes ante la justicia italiana por los crímenes de Carlos Malatto, encabezados por un hecho inédito: por primera vez una Universidad Nacional encabeza la lista de querellantes en busca de saber el destino de esos desaparecidos.
En el proyecto de ampliación del Parque de Mayo estaba previsto hacer desparecer la ex-legislatura como patrimonio de la memoria…
Mañana la seguimos ……
LAS DECLARACIONES Y OPINIONES EXPRESADAS EN ESTE ARTÍCULO SON DE EXCLUSIVA RESPONSABILIDAD DE SU AUTOR Y NO REPRESENTAN NECESARIAMENTE EL PUNTO DE VISTA DE AHORA SAN JUAN.
Opinión
Memoria, tesoro y corazón

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.
El 25 de marzo del 2000 fui consagrado obispo por el Padre Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires. Te acerco parte de las palabras que compartí ese día en el momento de acción de gracias.
“Jesús, te amo. Vos sabés todo. Vos sabés que te quiero.
Desde mi debilidad y pequeñez. Desde mis incoherencias y mediocridades. Desde mis penumbras que a veces intentan ocultar tu luz. Desde los abismos de mi ser y las heridas de mi corazón, surge este clamor: sin vos no soy nada. No me sueltes de tu mano.
Me maravillo de tanto amor derramado en mi vida. Y te doy gracias por las alegrías y también por los momentos difíciles que me ayudaron a crecer.
Por la familia que me regalaste, los que hoy están aquí y los que no pudieron venir. Por la infancia y los amigos del barrio.
Por la escuela primaria en Santa Lucía y la Acción Católica allí y en Nuestra Señora de los Emigrantes. Por el secundario en el Otto Krause y la convivencia con quienes pensábamos tan distinto y fuimos tan cercanos.
Te doy gracias, Jesús porque me moldeaste en la generosidad de entregar la vida cuando los ideales son nobles. Y por el trabajo en la fábrica desde temprano.
Gracias por haberme llamado al Sacerdocio y por aquellos años tan cargados de tu presencia. Y por el seminario que nos regalaste compartir.
Te doy gracias por los laicos que, con su palabra, su consejo, me van descubriendo el rostro que vos querés hoy para tu Iglesia.
Por la vida consagrada que me enseña a buscarte en sencillez de vida y en el camino de la contemplación.
Por los sacerdotes que, con su testimonio, su sabiduría en los consejos, su paciencia en mis debilidades, su abrazo y su ternura fueron consuelo en mis momentos de sufrimiento. Sin duda sé que me acompañaste por su ministerio y amistad. (…)
Gracias por las comunidades a las que fui enviado a servir y en las que tanto aprendí: Niño Jesús, Nuestra Señora de la Misericordia, San Ignacio, Nuestra Señora de Balvanera, Nuestra Señora de la Anunciación, hoy celebrando sus fiestas patronales aquí en la Iglesia Catedral.
Gracias por tantas tareas arquidiocesanas en las que me regalaste experimentar que la comunión es posible con tu gracia, aunque frágil por nuestra debilidad. Gracias por los sacerdotes mayores, más grandes en edad y en estatura espiritual, que aun con su salud debilitada y las heridas de la incomprensión y el olvido, cargaron sobre sus espaldas la renovación conciliar buscando una Iglesia fiel a Dios, al tiempo histórico a la cultura y siguen besando tus huellas. Este testimonio me hace sentir muy pequeño.
Gracias, Señor, por la Iglesia que vivimos buscando su identidad en el Concilio Vaticano II. Gracias al Papa Juan Pablo II por confiarme el orden episcopal. Y por la enseñanza que nos deja en sus gestos tan expresivos.
Gracias, Jesús, por la parte de la historia que transitamos. Por nuestra Patria Argentina hermosa en su geografía y en su pueblo, y muchas veces cruel con sus hijos más indefensos. Por esta ciudad de Buenos Aires tan cargada de belleza y contradicciones, y a la cual amo entrañablemente.
Quiero hoy volver a entregarte mi vida, que sea arcilla blanda entre tus manos, para que puedas formarla a tu manera. (…)
María, Madre de Dios y Madre nuestra. Virgen de la Anunciación. Nuestra Señora de Guadalupe y Luján: ‘’somos todo un continente de rodillas a tus pies que te pide ardientemente un nuevo Pentecostés’’ para una Nueva Evangelización.
Por último, Jesús, pido tu gracia para hacer carne en mi vida tres páginas del Evangelio:
1 -Como el Buen Samaritano, conmoverme ante la miseria y el dolor tirados en el piso, regalo de tu carne sagrada y llagada.
2 -Servicialidad para lavar los pies a tus discípulos.
Pregúntame seguido: “Jorge, ¿me amas?’’, y exígeme la misma respuesta de hoy: vos sabés todo, vos sabés que te amo y me derrito por vos”.
El martes 25 de marzo celebraré la misa de acción de gracias a las 20 horas en la Catedral San Juan Bautista. Te invito a participar o unirte en la transmisión en vivo por el canal 4: canal4sanjuan.com.ar
Mañana 24 de marzo se cumple un nuevo aniversario del golpe de estado de 1976, y del asesinato del obispo San Óscar Romero en 1980 en El Salvador. Recemos por La Paz en nuestros pueblos.
OpiniónCosas Nuestras
Ponerse de pie y caminar

Por Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Hace unos años fui a una clínica de rehabilitación de personas con dificultades de movilidad. Allí estaba Fernando intentado dejar la silla de ruedas en la que estaba desde hacía seis meses, con ocasión de un accidente. Con 47 años de edad, el cariño de su esposa e hijos eran una excelente motivación. En un rato de recreo de los ejercicios nos pusimos a tomar unos mates debajo de una arboleda hermosa de unos tilos que nos perfumaban el diálogo. Me decía, ‘’ponerse en camino no es fácil. Es tomar la decisión y hacer el esfuerzo por levantarse. Los primeros pasos siempre cuestan’’. Y esto cada día, hasta que se van viendo signos alentadores. El premio al esfuerzo es la recuperación progresiva.
El próximo miércoles comenzamos el Tiempo de Cuaresma. Se llama “Miércoles de Cenizas” porque en la Misa de ese día se impone sobre la cabeza la ceniza que se obtiene al quemar las ramas del Domingo de Ramos del año pasado. Es un signo y gesto de humildad y llamado a la conversión. De esta manera recordamos la fragilidad de la vida humana, lo fugaz y lo transitorio de este mundo. Serán 40 días para disponer el corazón, revisar la vida, y sobre todo crecer en la confianza en el amor de Dios por cada uno de nosotros. Es un llamado a la conversión para superar el conformismo y la mediocridad.
Requiere de cada uno tomar la decisión de ponernos de pie, como Fernando. Dejar la comodidad de lo conocido y disponernos a avanzar. En este Año Santo somos llamados a ponernos en camino siendo Peregrinos de Esperanza. No andamos sin rumbo o perdidos en la espesura de la niebla. Peregrinar es siempre dirigirse a un lugar en el que somos bien recibidos. En la bula de convocatoria al Jubileo, Francisco nos dice que ‘’ponerse en camino es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida’’ (n 5) La fe no es estática, somos conscientes que tenemos mucho por crecer y cambiar en nosotros y nuestras comunidades. El llamado a la conversión nos alienta en la Cuaresma para crecer en el amor a Dios y los hermanos.
Llamados a superar la mirada individualista de la piedad para salir al encuentro de quienes están al borde del camino. La cuaresma nos empuja a ser Iglesia en salida, hospital de campaña que recoge a los heridos del camino. Misericordiosa y Samaritana. Comprometernos con quienes la están pasando muy mal. El Miércoles de Ceniza es día de ayuno. Te propongo que sea también de compartir solidario. Que el fruto de tu privación de alimentos sea ayudar a un pobre concreto, o en algún merendero o comedor que funcione cerca de tu casa. Ayuná y ayudá.
La Palabra de Dios nos ilumina y acompaña en el camino, que es arduo y por momentos difícil. Nos dice también el Papa en el número 4 de la bula: ‘’San Pablo es muy realista. Sabe que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. Con todo, escribe: «Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza» (Rm 5,3-4)”.
En el Mensaje de Francisco para este tiempo de Cuaresma que se avecina, titulado “Caminemos juntos en la esperanza”, nos destaca que “la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos, nunca como viajeros solitarios. (…) Significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta, escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia”.
Pongámonos en marcha hacia la Pascua. Vale la pena.
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